Me voy a la ducha, sobre todo para aliviar mi tensión y me visto. Una camiseta de manga corta y un bañador que parece un pantalón. Llaman a la puerta, debe ser Lola.

Abro y ahí está. Leva una pamela de paja, gafas de sol grandes, un Bikini minúsculo, de esos que llevan las influencers de hoy en día y una camisola blanca semitransparente. Me mira de arriba a abajo y sonríe. Va cargada con una bolsa grande que me da, nada más verme.

— Echa la crema solar, gafas de sol y el móvil. Nos vamos a pasar el día a Maui. Haremos noche allí. El avión sale en hora y media. Desayunamos y nos vamos — Se gira y me mira — ¡Vamos a pasarlo en grande! — La verdad es que una emoción indescifrable me invade, pero agradable.

— ¿Y si ya tengo planes? — me cruzo de brazos, quiero hacerme el difícil.

— ¿Tienes planes? — veo la desilusión de pronto en su mirada cuando se baja un poco las gafas y me mira por encima de los cristales.

— Puede — me hago aun más el interesante. Tampoco puede planear las cosas sin tenerme en cuenta.

— Oh — se acerca a mí, me coge de nuevo la bolsa de las manos — Lo... siento. Perdona, yo... — noto que le tiembla la voz.

— Lola, vale — la corto y le quito la bolsa de las manos — no tenía planes. Pero no te acostumbres a planificar cosas contando conmigo, pero sin contar conmigo. No me gusta.

— Mmmm vale ¿Entonces vamos?

— Siiii, vamos — lo digo con desgana, pero por dentro lo estoy deseando. No soy de los que les gusta hacer turismo, pero Lola lo hace tan ilusionada que es como regalarle a tu sobrino lo que más quería por navidad. No sé decirle que no. Ella da un brinco y salta sobre mí, se abraza a mi cuello y me da varios besos en la mejilla. Madre mía, qué calor me está dando de golpe — Vale, no te emociones tanto. Solo es una excursión — La separo de mí sujetándola con mis brazos.

— Si, perdona. Es que me hace mucha ilusión — De repente se pega a mí y grita — ¡Selfie! — levanta la mano con el móvil y nos saca una foto. La mira y mi cara debe ser un poema, claro, no me la esperaba — La próxima vez sonríes — me dice con reproche. Es increíble. Poco a poco siento una mezcla de rabia y entusiasmo. Van de la mano con esta mujer. Hace todo lo que no me gusta que una mujer haga y a la vez como que me entusiasma que lo haga. Cuando vuelva voy al psiquiatra. Esto es heavy.

Cojo y meto en la bolsa la crema, el móvil, dinero y documentación, una toalla y listo podemos irnos.

Vamos al salón principal donde algunos ya están desayunando. Saludo a Felipe que está en una mesa con las dos locas azafatas del avión, en la misma mesa. No pillo su rollo. Ellas están hablando tan tranquilas entre sí y Felipe nos echa una mirada que podría partirnos en dos.

— ¡Buenos días! — Lola les saluda tan tranquila. Deja las cosas en la misma mesa que ellos. Se gira hacia mí — ¿Me dejas sorprenderte?

— ¿Yo? — la miro. Me asustan estas cosas de ella. No me gusta improvisar, ni las locuras, me pongo nervioso si algo se escapa a mi control y una sorpresa no es control.

— Vengaaa — hace pucheros. Me estoy empezando a acostumbrar a sus irresistibles pucheros. Y digo irresistibles, porque para mí lo son. Aunque en general me sientan bastante mal, reconozco que no puedo negarle nada a ella. Debería aprender a decir que no.

— ¿Vale? — Da palmaditas y saltitos.

— Quédate aquí, yo cojo el desayuno.

¡Mierda! Va a coger toda la guarrería que vea.

Enséñame a volarWhere stories live. Discover now