capítulo 126: séptimo año: navidad (parte 3)

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— Dumbledore cree que sí. Moody también. Hablan de los hombres lobo todo el tiempo, lo útil que será tratar de convencer a las criaturas oscuras de que no se unan a tú sabes quién.

— ¿Podemos hablar de algo más?

— Bien.

No hablaron de nada. Lavaron los platos en completo silencio. Remus miró por la ventana hacia la oscuridad de los terrenos de Potter y buscó… algo.

Finalmente, entró James, justo cuando terminaban de guardar lo último de la porcelana.

— ¿Estás bien, amigo? — Sirius preguntó jovialmente.

— Sí — James se encogió de hombros, luciendo de alguna manera más sabio; más grande. — Solo cosas de padres, ya saben.

Sirius y Remus se miraron el uno al otro, y Remus supo que ambos estaban experimentando la misma amarga envidia. ¿Qué significaba tener un padre como Fleamont Potter? ¿Tener uno en absoluto?

— Le dije a Lily que la llamaría, si ustedes dos quieren ir dar un paseo por el pueblo pueden venir.

— Por qué no. — Dijo Sirius, dejando el trapo de cocina sobre el grifo.

— Oh, Moony, ¿Papá dijo que te diera esto...? — James le entregó un pequeño rollo de papel. Remus lo abrió rápidamente, mirando el pulcro nombre y la dirección escritos allí. James ladeó la cabeza, curioso.

— ¿Qué es?

— Oh nada. Es sobre un libro del que le había preguntado. — Remus se lo guardó en el bolsillo. — Vamos. Las llamadas son más baratas después de las seis.

James finalmente aprendió a usar la cabina sin ayuda, así que no había nada que Remus pudiera hacer más que apoyarse contra la pared junto a Sirius, esperando. Enrolló algunos cigarrillos para pasar el tiempo; se había cortado las puntas de sus guantes en Noviembre para ese explícito propósito.

— No me refería a ti. — Sirius dijo en voz baja. — Cuando dije criaturas oscuras.

— Sé que no lo hiciste. — Remus lamió el rizla y luego lo alisó. Le entregó el cigarrillo terminado a Sirius, quien lo tomó y se lo puso detrás de la oreja. Remus comenzó otro.

— Tienes que enseñarme a hacer eso algún día. — Sirius murmuró, mirándolo con aprecio. — Apuesto a que podríamos encontrar un hechizo para hacerlo al instante.

— Probablemente — suspiró Remus, alineando el tabaco. — Pero me gusta hacerlo de esta manera.

— Si tú lo dices.

Se quedaron callados de nuevo. Remus terminó su segundo cigarro y lo sostuvo entre su pulgar e índice, preguntándose si debía fumarlo o no. A la Sra. Potter no le gustaba el olor a humo en ellos, y odiaba aumentar sus problemas. Pero por otro lado, realmente podría fumar uno para calmar sus nervios. A Sirius también le vendría bien uno, ya que el constante golpeteo de su pierna afirmaba lo ansioso que estaba. Además de que se estaba mordiendo las uñas.

Remus encendió el cigarrillo con un chasquido de dedos e inhaló. Sirius hizo lo mismo. Su pierna se detuvo.

— Si lo soy, de cualquier forma. — Remus dijo, exhalando.

— ¿Qué?

— Una criatura oscura, como dijiste.

— Moony, no...

— Sí — asintió Remus, mirando los campos frente a ellos y a la autopista detrás de estos. — Por eso, cuando hablaste sobre tu deseo de probarte a ti mismo, yo sí entendí lo que querías decir. La gente confía en los hombres lobo tanto como en los hijos deshonrados de magos oscuros.

All the young dudes - españolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora