Capítulo 2

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Alfonso Herrera recorrió la terminal internacional con Carlos, su asistente personal y guardaespaldas de confianza, a su lado.

El legado de los Herrera le había dotado de las imponentes y bien definidas facciones de sus antepasados y unos impresionantes y casi negros ojos que proyectaban la dureza de un hombre versado en las flaquezas de la naturaleza humana.

Tenía un aura de fuerza e intensa masculinidad, además de una peligrosa falta de piedad que resultaba un mal presagio para cualquier adversario.

Estaba relacionado con la nobleza española y disponía de una fortuna personal que lo colocaba en los lugares más altos de la lista de ricos europeos.

Y se le notaba... por el traje de Armani, los zapatos italianos y el Rolex en la muñeca.

El largo vuelo no había conseguido hacerle perder el control lo más mínimo. Su lujoso avión privado tenía toda clase de comodidades y estaba dotado de la última tecnología que le permitía tener una oficina volante.

Como había trabajado, estudiado listas, gráficos y datos, y se había mantenido en contacto con Alejandro... no había sido capaz de desconectar y dormir. Algo que normalmente hacía en la cómoda cama de que disponía en la habitación privada que había en la cola del avión.

En lugar de eso, se había visto acosado por la imagen de una joven recientemente tomada con la cámara de un móvil: Anahí Herrera... en ese momento Puente. Y su hija.

Había dos imágenes, la de antes y la de después.

En la primera, serena, feliz y amorosa. Madre e hija riendo.

En la segunda, la expresión de la niña seguía igual, pero la de su esposa, sin embargo, reflejaba impresión y algo más... ¿El presentimiento de que su vida tal y como había sido desde que había salido de Madrid iba a terminar?

Sin duda.

Apretó la mandíbula mientras salían por las puertas de cristal de la terminal y se metían en una limusina que los esperaba.

El conductor metió sus maletas en el portaequipajes y después se sentó tras el volante. Alfonso apenas se fijó en el paisaje que pasaba frente a las ventanillas mientras salían del aeropuerto.

Una hija.

Casi no podía controlar la ira hasta que la pantalla del móvil se iluminó por la llamada de Alejandro.

¿Cómo se atrevía Anahí a mantenerlo ignorante de la existencia de una hija?

Su reacción inicial había sido dar instrucciones a su piloto para que se dispusiera a volar a Australia, pero en lugar de eso, había actuado con calma, consultado a sus abogados y planeado una estrategia. Al día siguiente intentaría ponerla en práctica.

En la cama de su maridoWhere stories live. Discover now