⩥Capítulo 33⩤

Start from the beginning
                                    

—No, no. Cojo el abrigo y nos vamos— sonrió Brooke— Por cierto, ¿a dónde vamos a ir?

—Había pensado en ir a dar una vuelta por el centro y luego ir a cenar, pero si te apetece hacer otra cosa, lo hacemos.

—El plan es genial, ¿vamos?

—Detrás de ti— dijo Kepa dejando salir primero del apartamento a la británica.

Juntos bajaron y fueron hasta el vehículo del mayor que condujo hasta una de las calles que rodeaban ya el centro de la ciudad. Pasearon durante un largo rato mientras contemplaban algún que otro escaparate y, cuando ninguno de los dos se daba cuenta el otro aprovechaba para robarle una foto que, para ellos, eran perfectas. Pararon para entrar a una cafetería. El frío tan característico de Londres estaba comenzando azotar la ciudad por lo que un chocolate caliente era lo mejor en aquel momento.

—Tu chocolate, inglesita— dijo Kepa depositando las dos tazas humeantes en la mesa.

—Lo voy a dar por perdido.

—¿El qué?

—Lo sabes perfectamente.—ante aquellas palabras Brooke recibió una mirada totalmente inocente por parte del guardameta español— Me refiero a que dejes de llamarme inglesita.

—Estoy convencido de que le has cogido cariño y todo y, además, la que empezó todo esto fuiste tú en Santorini con lo de "españolito".

—A ver si me lo dices tú lo paso, pero me lo dice, por ejemplo Reece e igual vuelve a casa sin necesidad de coger el coche.

—Y eso que es uno de tus mejores amigos, no me quiero imaginar lo que le puedes hacer a un desconocido que se meta contigo.

—No lo quieras comprobar— rio Brooke para después darle un sorbo a su taza de chocolate.

—¿Brooke?— una voz a la espalda de la joven interrumpió la conversación que estaban teniendo.

—¿Sí?— al ver el rostro de aquellas dos personas su semblante radicalmente cambió— Vámonos, Kepa, por favor.

—No has cambiado en nada. Sigues siendo igual que cuando eras pequeña, hija— respondió la mujer. En ese instante, Kepa entendió las palabras de Brooke, la observó y estaba temblando.

—Perdisteis el derecho de llamarla así el día que la dejasteis tirada a las puertas de un orfanato en pleno Londres.

—Tú debes ser el noviecito famoso de mi hija, te hemos visto por la tele, ¿eres futbolista, no? No te metas en esta conversación, no te incumbe. Díselo tú, hija.

—¡Fred! No le hables así.— intentó rebajar el tono Rose al ver como estaba hablando su marido— Sé que no hicimos bien las cosas y nos arrepentimos, pero eres nuestra hija y desde aquel día nunca hemos parado de pensar en ti. ¿No nos vas a decir nada?

—Que lleve vuestra sangre recorriendo mis venas no significa que sea vuestra hija. Dejé de serlo el veintinueve de agosto de hace más de once malditos años. Vosotros no sois mis padres porque si realmente fuese así, en algún momento de vuestra vida me hubieseis querido, pero eso nunca ocurrió.

—Déjanos explicarte lo que ocurrió, por favor, cariño.

—No me llames así— insistió Brooke mientras unas lágrimas recorrían su rostro sin cesar— Yo para vosotros estoy muerta, no tenéis una hija. Vosotros para mi lleváis muertos años—insistió en aquella palabra— Mis padres, los que me quieren, me cuidan, respetan y valoran, afortunadamente, no llevan vuestro apellido y yo tampoco lo llevo.

—¿Te cambiaste nuestro apellido?— escupió con rabia Fred.

—Sí, en el momento en el que me adoptaron. El apellido Williams dejó de tener valor en el instante en el que abandoné vuestra casa para ir al orfanato camuflado bajo el "nos vamos de viaje coge todo lo que quieras" Mi apellido es Mount y orgullosa estoy de que lo sea.

—Venga, Brooke, vámonos. No tienes que darle explicaciones a dos personas que no forman parte de tu vida.

—¡Eso! ¡Huye como la niña pequeña que eres!— exclamó Fred llevándose todas las miradas de los presentes en aquella cafetería.

En aquel instante ni el frío ni las aglomeraciones que había en aquel momento en Londres, existían para la joven inglesa que echó a andar mientras dos ríos de lágrimas recorrían su rostro. Brooke iba sin abrigo, el cual, agarró Kepa junto con el bolso de esta antes de salir de la cafetería. No se separaba de ella ni un instante. Parecía que la gente que recorría aquellas calles había comprendido que necesitaban marcharse de allí para dejarles solos.

—Ven aquí— dijo Kepa antes de abrazarla y dejar que llorase en su pecho.

—Les odio. Me arruinaron la vida y estoy convencida de que quieren hacerlo de nuevo.

—No lo van a hacer. ¿Sabes por qué? Porque no eres la misma que cuando los viste por última vez. No eres una niña. A base de golpes y dolor has aprendido y has crecido como persona. Y, ahora, eres quien eres por ti y por los esfuerzos que has hecho por llegar a donde estás. ¿Qué ha sido muy duro verles de nuevo? Sí, pero ellos no te tienen que importar y mucho menos lo que te digan. Tus padres son los mismos que los de Mason, no esos dos.— dijo agarrando suavemente el rostro de Brooke y elevarlo para poder mirarla a los ojos— Eres increíble y que nadie te haga pensar lo contrario.

—Te quiero, Kepa.

Era la primera que decía que quería a alguien, pero lo decía de corazón. Él había sido capaz de hacerle sentir todo aquello. Era la calma que tenía en todo el caos que la rodeaba.

—Yo también te quiero, inglesita— respondió antes de besarla.— Ponte el abrigo, anda, no quiero que te mueras por congelación. ¿Quieres que te lleve a casa?

—No, no quiero quedarme sola entre esas paredes. ¿Podemos seguir con lo que habíamos pensado?— sugirió mientras se quitaba las lágrimas que tenía en sus mejillas.

—Si es lo que quieres, así será. ¿Dónde quieres cenar?

—A lo mejor te suena a locura, pero ¿podemos pedir algo e ir a tu casa para cenar y ver una peli?

—Por supuesto, y quédate a dormir. Quiero estar a tu lado hasta verte sonreír de nuevo.

Aquel momento supuso un antes y un después entre ellos. Se acababan de confesar lo que sentían y, sobre todo, que se querían y que no tenían miedo en decirlo a viva voz.

—Gracias por no dejarme caer cuando estaba al borde del precipio.

—No me des las gracias porque por ti me pondría la mano en el fuego y delante del precipio las veces que sean necesarias para verte feliz.

—Te quiero— repitió Brooke con una sonrisa que contagió al vasco.

Londres ⩥ Kepa Arrizabalaga ⩤Where stories live. Discover now