— ¿Tú también? Sabes qué piensas como yo. — se cruza de brazos enfadado.

— Sí pero no me inmiscuyo.

— Soy su hermano mayor.

— Yo soy el mayor – me señalo y Carlos se cruza de brazos.

— ¿Ahora eres el mayor? No lo pareces.

— ¿Quieres que te eche del coche? — le miro con las dos cejas alzadas.

— No lo harías.

Paro brusco el coche y quito los seguros. A estas horas no hay nadie en el camino. — ¡Bájate!

— Eso ¡BÁJATE! —Alfonso se une a mí.

— Javi, no me jodas. Y tú no te pongas de su lado – señala con el dedo a Alfonso.

De repente suena el móvil de Alfonso que sigue tirado en el suelo del coche. Los tres nos miramos y el silencio gana espacio en el interior. Carlos se agacha como puede para cogerlo. Cuando lo tiene en la mano Alfonso se adelanta y se lo quita de las manos. Lee atento la pantalla del móvil. Le vemos como poco a poco el color desaparece de la cara de nuestro hermano.

— ¿qué dice? —Carlos le pregunta nervioso.

— Yo... — las lágrimas recorren la cara de Alfon. La madre que me parió. —no puedo... — le tiende el teléfono a Carlos. Este lo coge y lee.

Alfonso eres infantil e inmaduro. Quedamos en que éramos felices así. ¿A qué viene ahora darme un ultimátum? Sabes que no voy a dejar a mi marido. Tú verás lo que haces.

— ¿Eso es todo? — estoy bastante intrigado.

— Si. Eso es todo. — Miro a Alfonso, lo conozco y está pensando. — ¡Espera! Está escribiendo de nuevo. Alfonso no se inmuta — ¡Joder!

— ¿Qué dice? — Alfonso se incorpora y se adelanta. Está realmente ansioso.

Mañana estaré en el piso que tienes en Madrid. Si no vienes entenderé que no quieres continuar con esto. Si es así, lo respetaré, pero sabes que ninguna mujer será capaz de darte en la cama lo que te doy yo.

— ¿Alfonso? —le miro. Nada.

— Dame el móvil. — Carlos se lo da y Alfonso lo guarda delicadamente en su bolsillo. —Vamos a casa.

Y así en silencio, arranco de nuevo y nos vamos hasta mi casa. Llegamos, nos bajamos del coche y entramos. Alfonso se dirige a mi mueble del salón, abre la puerta baja y coge la botella de wiski que siempre tengo para las visitas. El pobrecillo está destrozado. Prefiero no decirle nada. Le dejaré que se emborrache y que ahogue las penas en alcohol. La tipa esta le acaba de destrozar. Sé que Carlos la ha cagado con el mensajito. Que, por cierto, no sé qué ponía. Pero, aun así, Alfonso necesita una hostia de realidad, necesita abrir los ojos. Al final, la vida se pasa y está dejándola pasar y quedándose solo. Y no es justo.

— Carlos, vamos a dormir. Déjale — le doy una colleja y se queja — ya has hecho bastante por él esta noche.

— Qué pesado. No puede seguir en esta vida de mierda. Esa mujer es una lista. Si le quiere de verdad que renuncie a su dinero y se quede con él. Si no que al menos le deje ser feliz.

— Ya, pero, debe verlo él.

— He hecho que ella se lo muestre. Estoy harto de verle siempre hundido. Cada vez bebe más. ¿No lo has notado? Se está destruyendo.

— Ya lo sé. Es que...

— Nada Javi. Es que nada. Necesita que le abran los ojos y para eso estamos nosotros. Somos sus putos hermanos.

Enséñame a volarWhere stories live. Discover now