| Capítulo 40 |

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Roma.

El vacío que deja Jack cuando está lejos de mi cuerpo es indescriptible, se siente agobiante y extraño el no estar cerca de él, no sé lo que me pasa, pero esto ya pasó con Dan la semana pasada y no quiero ni imaginar cuando me pase con el odioso de Raven o el gruñón de Ángel.

Me remuevo incómoda sobre el regazo de Jack el cual come fresas con chocolates mientras juega con el mando de la PlayStation. Casi es media noche, pasamos todo el día con los padres de mis chicos y nuestra nana.

—  Yo quiero jugar —  Digo mirando el control que tiene Dan en las manos.

—  Toma —  Dice entregándome el mando. Lanzo un beso en su dirección y me volteo a mirar el televisor gigante que está al frente.

El juego se trataba de lucha libre, solo sé que pulsé todos los botones del mando y terminé ganándole a Jack quien soltó un bufido mientras yo reía. Me levanté del regazo de Jack y caminé hasta la cocina sintiendo el vacío en mi pecho. Agarré el medicamento de mis chicos con cinco vasos de agua y se los llevé lo más rápido que pude para volverme a sentar en el regazo de Jack. Apoyé mi cabeza en su pecho y mis ojos poco a poco se fueron cerrando.

***

29 de Octubre.

—  Conejita —  Susurra la voz de Dan —  Creo que Ángel está enfadado. Aunque pensándolo bien, él siempre está enfadado —  Habló para que yo sola lo escuchara.

—  Roma —  Escuché la voz enfadada de Ángel.

Abrí lentamente mis ojos y lo primero que vi fue a Dan muy cerca de mi cara, sonreí y él me devolvió la sonrisa. Mis ojos siguieron los suyos cuando miró hacía abajo. Ángel estaba debajo de mi cuerpo, pero eso no es por lo que estaba enfadado, sino por que mis pies, los cuales los cubre mi pijama de osos, estaban muy cerca de su cara. Cuando me siento en la cama confundida miro a Ángel quien está en la posición correcta para dormir mientras yo estaba con la cabeza en sus pies. Dan se carcajea mientras mis mejillas se tornan rojas.

—  No sé como hizo para que sus pies quedaran en tu cara —  Se burló Dan. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que el resto de mis chicos no está. Suspiro mientras me acomodo correctamente en la cama y me acuesto a un lado de Ángel.

Coloco mi antebrazo sobre mis ojos al mismo tiempo que suelto un suspiro tembloroso.

29 de octubre.

—  ¿Vamos a desayunar? —  Niego con la cabeza —  ¿Mujer? —  Todo rastro de enfado había desaparecido de su voz. Mi garganta suelta un sonido de pregunta —  ¿Qué pasa, no tienes hambre?.

—  Ahorita bajo amor —  Susurro tapándome con la sábana de pies a cabeza. Escuchó como deja un beso sobre la sábana justamente arriba de mi cabeza para después levantarse y salir de la habitación. Sollozo en voz baja cuando escucho sus pasos en las escaleras.

Hoy se cumplen cinco años en los que se fueron de mi lado para siempre, las personas que más amaba en el mundo, en las cuales siempre confiaba. Mi padre Giovanni Bianci de ojos azules como el cielo, piel trigueña clara, nunca lo veían mal vestido y siempre vivía con su porte elegante, frío y serio con todo el mundo menos con su esposa e hija y era el mejor consejero del mundo. Mi madre, Anna Bianci, soy una copia exacta de ella menos por los ojos, cariñosa, amable y servicial con todo el mundo, dedicada a su familia y amante de los animales, era una mujer de buenos valores.

Una familia llena de amor y buena posición económica, pero un día como hoy todo se derrumbó y solo quedé yo, una niña con una fortuna inmensa a la cual era lo menos que le importaba. Quedó el dinero, pero se desvaneció el calor y amor familiar que ellos me brindaban.

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