—¿Paso algo? — le pregunta casi en un susurro, los ojos marrones de ella se abran con sorpresa.

—¿Qu...que? Perdona, tengo la cabeza en cualquier lado. No me pasa nada.

No se me pasa desapercibido el gesto.

—¿Estás segura? Tienes cara a que te pasa algo. ¿Te has olvidado de algo?

—No descuida...es solo que...—se corta balbuceando.

—No me digas que vas extrañarme. Yo sé que muy en el fondo me quieres—comienza a molestarla con humor, eso no hace más que los ojos de Chiara se blanqueen con molestia, aunque no se retracta.

—Quizá muy, muy en el fondo no te odie tanto—contesta al cabo de unos instantes.

Ya adelante de nosotros solo quedan un par de personas, estamos por ser las siguientes y todos los demás ya deben de estar arriba del avión.

—Promete que vas a traerme algo—le pide—recuerda que dentro de tres semanas es mi cumpleaños, me lo debes.

—Siguiente— avisa el hombre encargado, y la señora que está delante de Chiara se acerca para mostrarle su pasaje y hacer todo ese breve papeleo.

—Creo que quizá tenga un mejor regalo...—veo como la rubia aprieta fuerte los puños de su mano. —adelantado.

—¿En serio? —Joshué esboza una sonrisa a su lado.

—Siguiente—dice otra vez el encargado.

Chiara toma una enorme bocanada de aire. Y casi sin creer lo que tengo delante, veo como se pone de puntillas de pie y le planta un beso corto en los labios.

Lo toma tan desprevenido que ni siquiera le da tiempo a cerrar los ojos, se le enrojecen las mejillas y se queda quieto muy desorientado. Ella se aleja rápidamente y aunque el intenta cazarla en el aire para impedírselo, falla en el intento.

—Nos vemos pronto— dice ella despidiéndose rápidamente y prácticamente vuela hacia el otro lado del mostrador.

—¡Chiara! — la llama todavía confundido.

Ella ha desaparecido.

Y yo tengo una sonrisa genuina pegada a la cara, lo miro sin disimulo y él vuelve a sonrojarse sin poder evitarlo.

—Yo sabía muy en el fondo que ella estaba enamorada de ti. —le digo, y eso solo hace que entre la sorpresa y a emoción, se le plasme aún más la sonrisa.

El objetivo de la noche de películas se cumple exitosamente al apenas poner un pie arriba del avión. No tomó por sorpresa darme cuenta que todos se habían quedado dormido al cabo de media hora, y mucho menos me sorprendí cuando al abrir nuevamente los ojos ya nos encontráramos aprontándonos para llegar a Manhattan.

Encontrar un taxi en un aeropuerto y en plena víspera navideña no fue una tarea sencilla, y mucho menos sabiendo que en realidad necesitaríamos de dos taxis para que cupiéramos todos. Afortunadamente, Rose y Sonia nos esperaban ansiosas de volver a vernos y ya se habían encargado de todo para cuando pisamos el aeropuerto. No pude evitar que mis ojos se humedecieran un poco cuando ella corrió a apretujarme en sus brazos y decirme cuanto me había extrañado. Aunque yo estaba segura que la había extrañado el doble.

Llegar al departamento con tanto tráfico tampoco fue una tarea fácil, pero por primera vez no tuve grandes ansias de llegar a casa; el hecho de disfrutar de las vistas, de volver a ver esos árboles pintados de escarcha, las decoraciones navideñas, el gran árbol de navidad decorado con guirnaldas, el ruido, los aromas, todo me resultó tan familiar que recién ahí caí en la cuenta de lo mucho que había extrañado a mi cuidad.

Cuando nos convirtamos en estrellasWhere stories live. Discover now