Capítulo 5

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Keith sabía que uno no se paraba frente a Christopher Douglas a decirle que sus planes daban asco. Él lo sabía y por eso mismo se cuidaba de guardarse su opinión. Puede que algo tuviese que ver también el chantaje, pensó. Y el miedo que él le infundía. Como fuera, allí se encontraba él, a expensas de lo que otras dos personas decidiesen hacer con su cuerpo metafóricamente hablando, y rezando para que aquel absurdo tuviera éxito. Mucho se temía que de no ser así, él se vería también afectado.

—¿Nos vamos ya?, preguntó.

—Sí —dijo Christopher sin prestarle mucha atención—. Denny, recuerda que los contenidos de tu sección deben quedar hoy cerrados.

—¡Claro jefe! —Denny se dirigió a la puerta, pero antes de salir sus ojos se posaron en Keith—. Y suerte, ratoncito.

Keith se sonrojó, poco acostumbrado a los términos cariñosos del diseñador. Siguiendo a su jefe, atravesaron una serie de pasillos que, como por arte de magia, estaban vacíos. No tardaron en llegar al aparcamiento, donde un lujoso coche gris les esperaba.

—Sube.

Keith obedeció. El asiento era suave y se adaptaba perfectamente a su espalda. Pronto el rubio se sentó frente al volante y salían, antes de darse cuenta, del garaje.

—¿Dónde cenaremos? —preguntó. Tras un teso silencio, y preguntándose por qué no recibía respuesta alguna, Keith se atrevió a mirarle. Douglas parecía enfadado y Keith no tenía idea de por qué.

—¿Nadie te ha enseñado modales? Cuando hablas con alguien, lo mínimo que debes hacer es mirarle.

Menudo hipócrita. ¿Cuándo le había mirado él mientras le hablaba? O peor, ¿cuándo le había hablado educadamente?

—Lo siento —dijo, sin embargo. Porque hablando de hipócritas...

—Vamos a un restaurante exclusivo. No habrá muchos clientes, pero "por accidente" nuestra cena romántica ha sido filtrada a la prensa sensacionalistas del país. Antes de que lleguemos allí, todo el mundo sabrá de mi nueva relación.

—¿De verdad crees que esto saldrá bien?

—Claro. —Una mano grande y firme le alzó la barbilla, y un par de ojos castaños le miraron entrecerrados—. Después de cómo te has frotado los ojos, no sé cómo no se ha corrido todo el rímel.

—¿Rímel? No llevo. Denny dijo que no hacía falta.



Chris miró por unos instantes más aquel anodino rostro. Ahora entendía la seguridad de Denny. Keith tenía labios llenos y rojos. Y aquellas pestañas, tupidas y oscuras, serían la envidia de muchos de sus modelos. Si bien Chris se reprochaba no haberse dado cuenta antes, lo cierto era que, a pesar de algunos atributos atractivos, el conjunto no resultaba lo suficientemente atrayente para alguien como él. Alguien acostumbrado a meterse en la cama de personas exuberantes. Dejando de lado tales insignificancias, se centró en su labor de salvarse el pellejo. El día anterior había recibido la sorprendente noticia de que su primo se casaba.

Greg se casaba. Gregory Douglas, calavera empedernido, se casaba con un extraño.

Greg...Nada, podría repetirlo un millón de veces que le seguiría sonando tan mal como al principio. Simplemente no entraba en su cabeza que alguien como Greg, totalmente inmaduro y con tan pocas ganas de atarse a nadie, fuera a casarse.

Sabía, tan seguro como que se llamaba Christopher Douglas, que su abuelo estaba detrás de todo aquello. Y lamentablemente, si era así poco podía hacer para ayudarlo. Cuando Chris realizó su primera visita a la casa familiar, contaba con trece años. Nunca se había sentido tan poco dispuesto a hacer algo como aquello, y sin embargo, una vez allí, conoció a un niño asustadizo y atormentado por su abuelo. Nunca sabría qué fue lo que le hizo acogerlo bajo su ala, pero el hecho era que, en pocos días, se convirtieron en amigos.

Crueles intenciones (Extracto)Where stories live. Discover now