Final

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Lena


Pocas veces me había parado pensar en lo que quería ser en un futuro. Profesora, traductora, investigadora, política... Era todo tan abstracto y aparentemente lejano que pensar en ello me parecía un juego de niños. Sin embargo, el tiempo pasa con tanta rapidez y el destino tiene tantos y tan diferentes caminos preparados para cada uno de nosotros que, de un momento a otro y sin previo aviso, o estás en la edad de decidir tu futuro o símplemente pierdes la oportunidad de hacerlo.

Aquel día en la fábrica sentía que me tenía que despedir de Peter, que mi momento había llegado, que jamás podría hacer todo lo que había soñado o convertirme en ninguna profesión de las que me había imaginado. Pensé en mi familia, en mis amigos... en cómo de destrozados estarían sin mí. En Scott. En Peter... Sin embargo, de pronto, todo el dolor físico y mental desapareció para dar lugar a una calma absoluta. Desperté días después en una cama de hospital de un sueño profundo y relajado en el que Peter era el máximo protagonista. Debo decir que, pese a sentirme dolorida, las ganas de salir de esa cama y ponerme manos a la obra con mis estudios, trabajo, familia, amigos y Peter fueron las que tiraron de mí para tener una recuperación rápida y buena.

Hoy, tras tres semanas ingresada, iba a abandonar el hospital con un brazo roto, un esguince en la pierna derecha y, por su puesto, una muleta. Mi padre había decidido comprar una silla de ruedas sencilla para cuando me cansase mucho de caminar y la verdad era que lo agradecía. En cuanto a Peter, todos los días me hacía una visita, dándole igual si estaba dormida y no podía hablar conmigo; yo sabía que él había venido cuando al despertar me encontraba en la mesilla de noche un jarrón con flores amarillas.

—    ¿Qué quieres hacer primero? — me preguntó Adrien empujando la silla de ruedas por el pasillo.

—    Me apetece ir a pasear — dije, admirando con una sonrisa de oreja a oreja las flores amarillas que sostenía sobre el regazo — Adrien, ¿y si pasamos por casa para dejar todo y luego vamos a dar un paseo?

—    Sí, claro — respondió ilusionado.

Empujó mi silla para atrás y luego para delante sin previo aviso, haciendo que me balancease de forma exagerada. Me giré para recriminarle con la mirada.

—    Yo que tú tendría cuidado — me avisó enarcando una ceja — como te portes mal con la fuerza que tengo puedo hacer caballitos con tu silla.

Me reí.

—    Sí si quieres morir — acompañó mi risa con fuerza.














Cuando las puertas del ascensor se abrieron y mi hermano empujó la silla al interior de la oficina, eché un vistazo rápido a todos los que allí estaban. La oficina del Daily Bugle nunca antes había estado tan llena de gente. Todo el mundo corría de un lado para otro, atendiendo llamadas de teléfono en una mesa y después en otra y con vasos de café vacíos tirados por todos lados. Conforme iba avanzando por el pasillo hasta la que sería la mesa de Peter, me iba dando cuenta de que realmente no sabía si él hoy trabajaba en la oficina o estaba en algún otro lugar sacando fotos. Sería un fallo bastante grande el haber venido hasta aquí para tener que volver a casa sin haberlo visto.

—    ¿No es ese? — Adrien señaló a un chico de espaldas a nosotros que estaba ligeramente apoyado en un escritorio hablando por teléfono.

Asentí sonriendo. Nos acercamos un poco más a él y haciéndole una seña a mi hermano para que me pasase la muleta, me levanté de la silla cuidadosamente. Esperé de pie a que Peter colgase el teléfono.

—    ¿No me invitas a un café, Parker?

Peter se dio la vuelta despacio, como si no fuese capaz de relacionar mi voz con la oficina. Con una sonrisa en la cara se acercó corriendo hacia mí y, con cuidado de no hacerme daño, me estrechó entre sus brazos. Apoyé la barbilla en el hueco de su cuello y aproveché para darle un beso en el mismo.

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