Mi muerte mi comienzo

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El título es temporal ya que no sabía cual poner pero necesitaba subirlo para que ciertas personas pudieran leerlo.
Se trata de un relato corto que consta sólo de una parte.
Espero que a quien lo lea le guste.
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Y así me encuentro ahora, tumbado sobre una blanca camilla de hospital, rodeado de mis seres queridos y a punto de abandonar este mundo.
Ya ni recuerdo cuando comenzó todo esto. Se me hace imposible recordar como el cáncer comenzó a destruirme de ésta forma. Todo ha sucedido tan rápido...
Sé que el detonante de ésta situación fue una simple mancha en el pulmón encontrada hace tres años y que, desde entonces, he vagado de hospital en hospital, de habitación en habitación, luchando por una salvación que nadie me había asegurado, incluso cuando sentenciaron mi muerte por metástasis.
Sé que mi blanco pelo comenzó a caerse, que los dolores y vómitos insoportables de la quimioterapia eran únicamente una batalla más en esta larga guerra por la vida. Y también sé de las lágrimas que ha derramado está cruel enfermedad, que mata lentamente, esperando al momento idóneo para arrebatarte lo único que te queda; ese último aliento que durará nada más y nada menos lo mismo que un mero petañeo.
Pero no alcanzó a recordar cuando logró desarrollarse tan rápido y en tan poco tiempo.
Con la vista cansada y mis párpados listos para rendirse, consigo mirar, uno por uno, a todos los que me rodean. Sus rostros intentan contener el llanto y el sufrimiento que les causa mi partida. A veces pienso que todo esto les ha afectado más a ellos que a mí...Sé que mi hijo Juan, el mayor de todos, querrá cargar con el peso de la familia él sólo, intentando ocupar el lugar que yo abandonaré en breves momentos. Que mi hija Sofía, la mediana, llora todos los días con mi amada esposa, la cual siempre ha estado ahí cuando la he necesitado. Si supieras, mi dulce Ángela, cuanto te amo, incluso ahora, aún sabiendo que no podré volver a tocarte... Y no puedo olvidarme de la pequeña María, que no duda en llorar ante mi, pues sabe que aunque oculte su tristeza no logrará zafarse de esa sensación de vacío que dejaré en sus vidas.
Mis párpados abandonan y me cierran las puertas de la vista. Ellos nunca más volverán a abrirse.
Comienzo a sentir frío. Un frío que cala hasta los huesos, que paraliza mis articulaciones y músculos, aquellos que nunca más volverán a moverse.
Y entonces tan solo nos quedamos mi añejo corazón y yo, esperando al momento en el que nuestra función en este mundo termine, dándonos descanso tras años de lucha.
Escucho su lento compás, bombeando mi sangre a todas las partes de mi cuerpo, sabiendo que dentro de poco no tendrá que seguir haciéndolo.
Su ritmo se ralentiza, ahora a penas logro escuchar el pum-pum que me ha acompañado durante toda mi larga vida.
Y, de pronto, sé que se ha detenido, que sea parado y que también a sucumbido a la tentación de descansar para siempre. Mi corazón nunca más volverá a latir.
El aire deja de llegar a mis pulmones y siento como me ahogo. Es entonces cuando toda la calma que mi cuerpo y mente habían logrado conseguir tras mentalizarse de que moriría tarde o temprano me abandona. Tengo miedo, mucho miedo. El pánico acaba de cundir en mi mente porque sé que ya no hay vuelta atrás.
Según los estudios permaneceré consciente sólo tres minutos más tras la hora de defunción física.
Pero esto no es justo, no lo es. ¿Por qué he de abandonar yo esté mundo,por qué he de dejar de vivir yo, habiendo tantos criminales y malas personas haciendo el mal? ¡No!¡No quiero morir, quiero vivir!
He sido un buen hombre estos setenta años que se me han concedido. He arriesgado mi vida en la guerra y he sobrevivido. He sacado a mi familia adelante con tan sólo un sueldo en casa y nos hemos mantenido. He sido trabajador y he recibido con los brazos abiertos a aquellos que siempre me han necesitado.
¿Por qué he de morir?
Quizás éste pánico se deba al hecho de que nunca fui religioso y siempre he pensado que tras la muerte lo único que podemos hallar es una oscuridad inmensa que nos inundará y nos hará dejar de existir. Nunca he creído que haya algo más allá de la vida. Nacemos, vivimos y morimos. Esa ha sido mi filosofía durante todo este tiempo y nunca la he puesto en duda, y nunca la he tenido miedo.
Hasta hoy, hasta este momento.
Y entonces caigo en la cuenta. ¿De qué me sirve asustarme ahora? Ya estoy muerto. Puede que no del todo, pero lo estoy. Y en vez de pensar en mis seres queridos y recordar momentos importantes de mi vida estoy aquí, perdiendo el tiempo, asustándome por algo tan insignificante como la muerte, algo de lo que nadie puede escapar.
Y me llega ese momento, el momento tantas veces narrado y explicado, ese momento en el que ves pasar tu vida por delante, obsevándola como un triste espectador parado ante una televisión que proyecta la película de mi vida.
Veo mis juegos infantiles de la época y mi preciado avión de juguete que me ha acompañado en tantas aventuras de riesgo, aquellas en las que mis rodillas acababan rapadas y amoratadas. Puedo distinguir a mi madre, única entre todas las mujeres, la que no sólo me dio la vida, sino también cariño y cuidados. Y a mi padre, con su pipa en la boca, narrándome viejas batallas que más tarde yo narré a mis hijos. Recuerdo el día en que conocí a mi ahora viuda Ángela y ese amor tan intenso que jamás se extinguió pese a los años que hemos permanecido juntos. Los nacimientos de mis tres hijos los guardo en mi mente como los días más felices de mi vida y el haberles visto crecer será por siempre uno de mis mayores tesoros. La aparición de mis revoltosos y alegres nietos fue todo un regalo y espero que sus risas contagiosas arrebaten sonrisas a aquellos que me llorará. Observo los calurosos veranos en la playa y las noches navideñas al pie del fuego abriendo los regalos en familia.
Momentos felices y únicos que no volverán pero que siempre permanecerán en los corazones de los que se quedan.
Y soy feliz, y no me arrepiento de nada de lo que hice y sé que estoy listo para irme y no regresar.
Deseo verla a ella, a la llamada Muerte de la que todo el mundo habla. Quizás el tipo de la guadaña o una luz deslumbrante, o puede que la prima del sueño. No sé quien me recibirá y quién me acogerá en su seno, pero ansío que llegue e momento.
Noto como algo se desprende de mí y siento libertad.
Ahora sólo soy yo. Puede que sea mi alma, mi aura o simplemente una energía sobre la que se ha basado mi existencia.
Pero soy yo. De algún modo lo sé, al igual que sé que este no será mi final.
Que esto es el comienzo de una nueva aventura.

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