Kenneth es muy buen guía, no tengo idea de cómo sabe tanto del lugar, pero tampoco me molesto en preguntar, observo y grabo cada detalle para atesorarlo, todas las personas con las que nos cruzamos son muy amables y puedo notar que no soy la única disfrutando del recorrido.

Al salir de allí ya es horario de almuerzo y como buena glotona que soy, mi estómago ruge exigiendo que le envíe comida, agradezco a los dioses por no volverme obesa porque si algo me gusta es comer todo lo que engorda de verdad.

Almorzamos en una pizzería y disfruto al máximo de cada bocado, pedí una rica lasaña, la cual me sorprendió por su gran tamaño por lo que estoy segura que será suficiente para saciar mi apetito, por otro lado, Kenneth optó por una pizza de pepperoni y un plato de espagueti, charlamos e intercambiamos ideas sobre nuestra reunión pues ya se acerca la hora.

Antes de salir tenemos una discusión sobre quién paga la cuenta, esta vez salgo victoriosa, si el pagó el desayuno a mí me toca el almuerzo, para eso trabajo y no me gusta gastarle su dinero cada vez que salimos, no soy ni seré una mantenida, después tomamos un taxi para ir al punto de encuentro con Emilia, mientras más cerca estamos más nerviosa me encuentro, me es imposible ocultar la sonrisa de mi rostro.

—¿Todo bien?

—Solo estoy emocionada, he esperado mucho este día.

—Ya verás lo encantadora que es Emilia.

—Lo sé, bueno en realidad me lo imagino, puedo deducirlo por sus entrevistas.

Finalmente llegamos al lugar de encuentro, está totalmente vacío a excepción de los trabajadores y de Emilia que se encuentra sentada junto a Gustavo al final de la cafetería.

A medida que más nos acercamos más feliz me siento, cosa que se nota porque no puedo ocultar mi gran sonrisa.

Ambos se levantan para saludarnos, luego nos sentamos todos y puedo darme cuenta que ella no solo era un cliente antiguo de mi novio, también muy buenos amigos, amo tenerla frente a mí y tengo que aguantarme las ganas de saltar sobre ella abrazarla, pedirle un autógrafo y actuar como fan loca.

Siento mucha pena al conocer la historia de los problemas por los que Emilia ha estado pasando, al parecer algún admirador tiene una obsesión enfermiza con sus libros y anda por la vida asesinando inocentes. Tan solo de escuchar de su propia boca la historia de lo que ha pasado me dan escalofríos, ella suele escribir policíacos y misterios, pero una cosa es la vida real y otra muy distinta es la literatura.

Lo que más me gusta es ver las ganas que tiene de comerse el mundo y que a pesar de todo lo que le está pasando sigue adelante y no pierde la fe, sé que pronto encontrarán al causante de sus noches en vela, las cuales se notan por sus marcadas ojeras.

La verdad es que el tema trabajo lo tratamos muy poco, terminamos haciendo otra excursión, los lugares que nos muestra son maravillosos. Al menos yo estaré aquí por varios días y si no es hoy mañana podríamos vernos para hablar de lo verdaderamente importante, sino ya tengo el número de Emilia, tenerlo se siente como poseer un secreto de estado de algún país, algo valioso e inigualable.

El tiempo se va volando y antes de darnos cuenta se hace de noche, por lo que con dolor y pena nos decimos adiós. Me reconforta saber que pronto nos reencontraremos para tratar los temas de trabajo.

Tomamos un taxi de regreso al hotel ambos, disfruto de un baño delicioso y pedimos comida a la habitación, mis pies duelen de tanto que caminé por lo que cuando me encuentro como un bebé recién atendido por su mamá, bañada y bien alimentada, me dispongo a descansar, me acurruco al lado de Kenneth y me quedo dormida, no sin antes recibir una dosis exquisita de besos, luego de un día lleno de emociones y muchas actividades, confieso que lo único que deseo es descansar.

Lluvia de BesosWhere stories live. Discover now