𝟎𝟎𝟎 ~ 𝐭𝐨𝐧𝐲

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‧༄˚*ੈ✩‧₊˚

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El sonar del teléfono celular causó un profundo gruñido de irritación a Zora Greenheart, quien a ciegas se aventuró a buscar el molesto aparato con torpes palmadas sobre los cobertores que la envolvían. Cuando sus dedos dieron con el celular, descolgó y lo acomodó sobre su oído sin tener que levantar la cabeza de la cómoda posición en la que descansaba sobre su almohada.

—No estoy. —gimió, dispuesta a mandar a la mierda a quién sea que estaba detrás de la línea y había interrumpido su sueño un lunes por la mañana.

—Buenos días, Zo. —saludó felizmente Tony Stonem. Zora gimió y colgó la llamada, enterrando el rostro para poder volver a dormir. Lamentablemente esto no duró mucho ya que el teléfono volvió a sonar, y cuando colgó una vez más con brusquedad, el sonido volvió a insistir. —Es de muy mala educación colgarle a tus amigos.

—Bueno, estos no te despiertan a las siete de la mañana un lunes. —contestó con falsa calma.

—Oh, anímate. —rio Tony. —Hoy es el gran día.

Zora golpeó una y otra vez su cabeza contra la cabecera de la cama, deseando que el sonido de la voz de Tony parara y ella pudiese seguir durmiendo.

—Gran día será cuando encuentre la razón por la qué soy tu amiga.

—Eso es sencillo, soy un gran amigo y como gran amigo, me corresponde ayudar a mis otros amigos como cierto virgen que dejará de serlo el día de hoy. Repito, es un gran día. —ella podía jurar escuchar la sonrisa que se formaba en los labios del chico en el otro lado de la línea.

—Dijimos que en una fiesta, donde habría suficiente alcohol como para que ninguna chica pudiera distinguir el rostro de Sid. —lloriqueó, removiéndose entre las colchas, rehusándose a levantarse.

—Y precisamente será en una fiesta.

—¿Quién mierda hace una fiesta un lunes por la noche? —gruñó.

—¿Vendrás o no? —Zora resopló con aburrimiento. —Tienes que ir. —demandó Tony al percibir el posible rechazo de su amiga. —Nos lo debes después de que declinaste ayudarnos. —Zora se mantuvo en silencio, siendo levemente jalada por el velo del sueño que aún nadaba a su alrededor. —¡Zora!

—Sí, sí. —balbuceó cuando recayó nuevamente en la realidad.

—Magnífico, estoy abajo, ábreme.

—¿Qué? —frunció el ceño con confusión.

—Estoy en tu puerta trasera, ábreme. Tenemos que ver a Sid en la cafetería para planear bien todo esto.

—¿Qué? Te di una llave la última vez, ¡la cuarta llave! —exclamó con indignación.

—Oh, vamos, Zo. —insistió.

𝐩𝐫𝐢𝐧𝐜𝐞𝐬𝐚 | 𝐬𝐤𝐢𝐧𝐬Where stories live. Discover now