Capítulo 11 Gilbert la cabra loca

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Eso me recordó al día que iba a confesarle a Leila sobre la muerte de su hermana y había empezado a culparme. ¿Por qué pensaba que sería tan fácil soltar aquella bomba?

—¡Cuéntamelo, Lucas; te lo exijo! —Entrecerró sus ojos.

Hoy también se veía linda. Tenía una forma de vestir que podía pasar por compararse con la gótica, no lo era realmente. Usaba ropa oscura, pero nada de cuero, era más de pensar que lo gótico lo llevaba en el corazón, según ella. Hoy vestía un vestido negro hasta la mitad de sus muslos, con un escote de corazón, los tirantes delgados del vestido y los rojos de su sujetador casi no eran visibles por el saco negro que la abrigaba del frío. Ella, como yo, llevaba converse.

—Primero, ¿por qué traes un saco de hombre y que es... —Observé la prenda—, unas tres tallas más grande que la tuya?

Miró su ropa como si esta no tenía nada de malo y después regresó su vista hacia mí. A mí sí me miró como si tuviera un problema.

—Deja de ser metiche. Tengo la ropa sucia y tuve que improvisar, ¿está bien? —bufó, dejando ver que le desesperaba—. Ahora, si ya saciaste tu espíritu de vieja chismosa, ¿podrías decirme lo que sucedió?

Ah, sí... eso. Volví a hacer el gesto con mi boca. No podía contarle como si nada mi situación a Khat en su total ignorancia sobre el problema; además, ¿y si la ponía en peligro al hacerla sabedora de los EK-Z? Bah, se relacionaba conmigo, eso ya la ponía en peligro.

También me espantaba que creyera que estaba demente y que me había creado todo un cuento de los EK-Z. Ella no creería que tengo una amiga muerta que todos siguen viendo menos otros niños y yo.

Era demasiado por contar a alguien que no había escuchado o visto nada de eso. La pereza un día me jodería. Y los EK-Z.

—Mmm, en otro momento...

—¿Quién dijo que me dejarías con la curiosidad?

Curiosidad. Por ese absurdo podía terminar muerta en un río por mi culpa. Otra muerte en mi consciencia no me vendría bien durante mis noches de pesadillas. Khat no sabía en lo que se metía.

Leo decía que el interés de los EK-Z estaba fijo en Los Elegidos, ¿pero qué me aseguraba que no tomarían represalias contra Khaterin o Maya?

—No, Khat. No insistas por un imposible.

Me miró por un par de segundos con seriedad. Ella era linda. Ojos café, labios delgados, de lo más común; sus cejas me gustaban, eran delgadas pero pobladas, de esas que no necesitaban ninguna de esas limpiezas que se hacía Maya para hacerlas ver más marcadas; tenía mejillas anchas, que la hacían ver tierna; sus pestañas lisas no eran largas ni muy cortas, solo pestañas.

Sin embargo, eso que entre tanto rasgo común, el resultado de su rostro era aburrido e interesante. Aburrido para el que la miraba, interesante para el que se tomaba el tiempo de analizar y observar cada aspecto común pero perfecto. Ese puñado de detalles ordinarios creaban el fruto de un rostro encantador.

Era una pena que ella solo supiera llevar ese semblante de malhumorada.

—Deja de verme así o te escupiré en la cara porque me estás haciendo sonrojar sin mi consentimiento, Lucas, y sabes que soy capaz —me advirtió, enojada de verdad.

También me gustaba esa actitud arisca.

—Te veía así desde antes, que lo notes hasta hoy no es mi culpa. —Cambié el tema, clamando que no se diera cuenta tan rápido.

—Ni siquiera lo intentes, Perkins. —Se acercó a mí, mi sistema nervioso se puso alerta. Tomó mis manos entre las suyas, eran algo ásperas por su trabajo—. Puedes decírmelo, confía en mí. —Apretó mis manos, animándome.

¿ES REAL?Where stories live. Discover now