—Esta es la suya, señora —habla una morena, tendiéndome la caja en sus manos—. La llave está dentro.

Tiro del lazo que la mantiene sellada con cuidado, dejándolo volar al soltarlo. Ella espera con paciencia y una sonrisa ansiosa a que saque la llave tal como lo hace Marcello en la habitación contigua.

Tomo una bocanada de aire antes de abrirla. Para entonces, mi esposo se ha perdido en la habitación dejando a la bailarina afuera y el leve sonido de la música llega a mis oídos cuando hago lo mismo, topándome con dos mujeres bailando sobre un escenario en el fondo mientras un hombre las observa sentado en una butaca frente a ellas. Están desnudos, no hay rastro del vestuario que tienen las demás bailarinas afuera.

—Esto está ocupado —murmuro, dando un paso atrás. Todos se voltean al notarme, pero sonríen como si no les importara la intromisión—. Disculpa...

—Es el regalo del señor Nox. Todos trabajan en el club —puntualiza la mujer que me acompaña con una sonrisa—. Disfrute, señora. Tiene usted el pase para hacer lo que quiera dentro de estas cuatro paredes.

Cierra la puerta tras de mí antes de que tenga tiempo de avasallarla con mi interrogatorio. Entro por completo, escaneando la habitación prácticamente a oscuras y escasamente iluminada por luces rojas de neón que dejan al descubierto el cristal que hace de pared frente al escenario y que me da un vistazo del espectáculo que está recibiendo Marcello en la habitación de al lado.

Trago duro, intentando recuperar el aliento al verlo omitiendo el show de las mujeres que lo esperan. Él solo remueve el liquido en su vaso mientras está recostado en una de las columnas.

Como si sintiera que lo observo, levanta la mirada, frunciendo el ceño al darse cuenta del cristal, pero recobrando la compostura nada más ve que no aparto los ojos de él.

—¿Quiere algo, señora Abramov? —ante la pregunta, me volteo, saltando en mi lugar cuando veo tan cerca al hombre que hace segundos estaba sentado en la butaca—. Estamos a su servicio.

Me sonríe con lascivia como si con su metro ochenta me intimidara. Da un paso atrás, pero no aparto mis ojos de su rostro, omitiendo la mirada que me da. 

Y tengo que soportar esto para no joder nuestra alianza con Nox.

—No, solo sigan con lo suyo.

Junta sus cejas por la sequedad de mis palabras, pero decidida a afrontar esto sin dejar nada que decir, tomo un lugar frente al escenario, quedando de espaldas al cristal. Sé que me está mirando, pero yo por mucho que desee hacerlo, no puedo. No sé como reaccionaré si lo veo teniendo sexo con alguien más.

The hills se repite en los altavoces durante una eternidad. En algún momento durante los siguientes treinta minutos sonrío como si estuviese disfrutando del baile frente a mí, pero solo me dedico a beber un par de sorbos a medias del vaso de coñac que me serví hace varios minutos.

—¿No quiere bailar, señora? —Una de ellas me sonríe con tranquilidad mientras los demás siguen bailando—. Tenemos una buena selección de canciones.

—Ya lo creo.

Queriendo disfrutar lo que queda de la noche mientras espero a que Taddeo llegue luego del mensaje que le envié hace segundos, me pongo de pie.

—Bailo un par de noches al mes en uno de mis clubes, esto es un juego de niños para mí —bromeo notando como ambas mujeres se relajan—. Busquen un par de batas mientras yo encuentro algo aquí.

—¿Qué hay de mí? —El hombre que se puso muy manos rápidas con ambas, da un paso atrás cuando me volteo a él. Le gusta tocar de más y eso lo detesto—. ¿No quiere algo de compañía para bailar?

DOLOROSA VINDICTA [+21] ✓Where stories live. Discover now