Capítulo 1

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Hasta parece un sueño estar aquí, la primera vez que escuché sobre este lugar arrugué el ceño y un "ni lo sueñes" escapó de mis labios

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Hasta parece un sueño estar aquí, la primera vez que escuché sobre este lugar arrugué el ceño y un "ni lo sueñes" escapó de mis labios. Pero él siempre consigue lo que quiere, es imposible decirle no. Así que aquí estoy, vistiendo ropas que son más pesadas que yo, junto a, al menos una decena de desconocidos, llegando al que será el tercer mayor reto de mi vida.

—¿Pero acaso esta no es la vista más hermosa que has visto hasta ahora?

Eso diría si no estuviera durmiendo como pereza. No sé ni cómo lo hace con los constantes brincos del autobús ante cada bache. Sé que mañana me reñirá por no haberlo despertado para ver el espectáculo de la noche en el lugar donde la muerte es la orden del día. Pero ya tiene un montón de días por delante para hacerlo.

Miro por la ventana del autobús. El paisaje es tan espectacular. Montañas heladas a las cuales es imposible ver su cima. Son como grandes e imponentes monstruos que yacen en medio de las estrellas. Estrellas... Todo comenzó así, con una noche estrellada y tres niños que soñaban con ser una de ellas.

 Recuerdo bien el día que llegué al orfanato Saint George, no era más que una niña de unos ocho años de edad que estaba asimilando el hecho de estar sola

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Recuerdo bien el día que llegué al orfanato Saint George, no era más que una niña de unos ocho años de edad que estaba asimilando el hecho de estar sola. No es que mis padres fueran la mejor compañía. Tanto mi papá como mi mamá eran nómadas o hippies, como quiera que se llame a quién decide que no quiere aferrarse a un hogar ni las responsabilidades. Para desgracia de su perfecta vida de drogas, conciertos y viajes, nací yo. Mi padre me puso el nombre Imagine, en honor a su ídolo favorito, John Lennon. Papá tenía una camiseta que él le había firmado, la misma que luego de la muerte de su ídolo, juró no quitarse jamás.

Mi mamá era una mujer que siempre estaba contenta, demasiado, si he de acotar. Solía decirme todo el tiempo: Las lágrimas no te ayudarán en nada. Así que se me prohibió llorar. Es casi que un milagro que recuerde esas cosas. La caravana donde vivíamos, el olor a hierba que me fastidiaba, mamá en sus momentos de lucidez trenzándome el cabello, llenándome de cuanta pulsera de hilo hiciera. Papá frente a la fogata con su guitarra cantando Imagine. Entre todo su mundo irreal ellos de verdad soñaban con ese mundo, el mismo que yo odié.

Crecí en medio de las mejores canciones de rock, entre conciertos a los cuáles una niña nunca debió estar. Con unos padres que seguían a las estrellas.

Desecho EstelarWhere stories live. Discover now