Pero cuando comenzaba a atisbar la árida tierra del mundo mortal, ella volvió a darme un impulso hacia el reino de los cielos, buscando mis labios desesperadamente una y otra vez a pesar de saber que los tenía a su disposición siempre que quisiera. Yo también me dejé llevar por su pasión, pues parecía que el primer beso había desatado un loco frenesí por el que me mataría si no le correspondía los besos.

De repente se separó. Abrí los ojos y la miré, pero ella no me estaba mirando directamente a los ojos, sino que sus ojos estaban clavados en algún punto por debajo de mis ojos, y tampoco sonreía. Ladeó su cabeza un poco, se mordió el labio inferior y se lanzó hacia mí otra vez. Me besó con tanta fuerza que casi atravesamos la cama. Esa vez solo fue un beso, después se dejó caer encima de mí por completo, apoyando su cabeza en mi pecho.

-Lo siento –dijo en un volumen casi inaudible.

-¿Qué sientes? –le pregunté, aunque sabía que sería algo relacionado con lo que acababa de ocurrir.

-Que sea la hora de ir a almorzar –me dejó con la boca abierta, literalmente- y que el viaje al cielo sea de ida y vuelta- aquello sí que me dejó descolocado. Pero también me recordó los inicios de la relación con Gwen.

-Beth –ella hizo un sonido gutural para demostrar que me prestaría atención- tenemos que hablar sobre esto seriamente, no quiero que…

-Lo sé –dijo interrumpiéndome, entonces escuché un sonido extraño que provenía de Beth- pero habrá que dejarlo para después de comer.

***

El almuerzo no fue muy tranquilo para Beth, que se lo pasó presentándose a sus compañeras y hablando con ellas. Yo, en cambio, disfruté de una excelente comida, además podía comer todo lo que quisiera, mientras que las chicas del equipo tenían que restringirse en ese aspecto, aquello fue quizás lo más duro para Beth.

Después del almuerzo salimos a mirar algunas tiendas para comprarme algo de ropa, pues a pesar de lo que le dije a Beth no estaba dispuesto a ir a la cena con cualquier ropaje, ni mucho menos a dejarla ir sola.

El hotel estaba cerca del United Center, donde se celebraría el entrenamiento oficial a las cinco de la tarde. Eso nos daba casi dos horas de turismo por Chicago, lo cual no es mucho, pero al menos era algo.

Tardé muy poco tiempo en buscar una ropa decente, además fue muy divertido enseñarle cada modelo que me probaba a Beth. A ella le hicieron gracia los dos primeros con los que salí del probador, y a la tercera estuvo conforme, así que no perdí más el tiempo. Quería pasear tranquilamente con ella.

Tras varios minutos caminando entramos al parque Garfield, que es uno de los parques más antiguos de Chicago. Caminamos por los estrechos senderos que serpentean en su interior formando una escudriñada red de itinerarios que no llevan a ninguna parte en concreto.

- Creo que este es el mejor momento para hablar –me dijo ella tras un par de minutos de silencio.

- Si… bueno… -titubeé porque realmente no sabía con exactitud lo que había que hablar.

- Aunque –ella me interrumpió al ver mi indecisión- después de lo que ha ocurrido en la habitación creo que no hay mucho de lo que hablar ¿no? –entonces esbozó una sonrisa de oreja a oreja, y como siempre, me contagió.

- La verdad es que tienes razón –y al recordar el momento en la habitación también vinieron a mi memoria las mismas dudas que entonces- pero no quiero que me pase lo mismo que con tu hermana.

- Yo no soy mi hermana –dijo contundente.

- Lo sé –y realmente lo sabía, sabía que había más cosas que me unían a ella aparte de la atracción física- solo quiero que esto salga bien.

- ¿Y qué es “esto”? –preguntó tras varios segundos de silencio.

- Esto… -aquella pregunta me sorprendió- pues… “esto” es… -mientras pensaba la respuesta miraba a todas partes menos a ella- tu… y yo… juntos ¿no? –entonces la miré y vi como retenía una sonrisa- ¿de qué te ríes?

- No lo sé. Estás tan mono cuando te pones a pensar que me entran ganas de abrazarte muy fuerte –me quedé boquiabierto.

- ¿Pero has atendido a algo de lo que te he dicho? –le pregunté disimulando que deseaba que se dejara llevar por su impulso.

- Sí  –entonces  frenó en seco y se giró hacia mí- pues si “esto” somos tú y yo juntos, y ambos queremos que salga bien, lo más probable es que salga bien. Deja de preocuparte por el futuro, lo que tenga que pasar pasará, y disfruta del presente.

Aquellas palabras me convencieron rápidamente. “Tiene razón” pensé, “tengo que dejar de preocuparme por si esta relación sale bien o mal y vivirla”. Después me abalancé sobre ella, la abracé y la levanté. Después la solté de nuevo en el suelo y la besé. Ella se sorprendió al principio, pero en seguida me siguió la corriente.

El resto del fin de semana fue genial, aunque apenas tuvimos tiempo libre. Disfrutamos del partido, aunque de maneras diferentes, ella en la cancha y yo en la grada, en cambio, en la cena no nos cortamos en disfrutar juntos, hablando con gente importante del mundo del baloncesto y dándonos pequeñas muestras de cariño.

Comenzaba nuestra nueva vida juntos.

Beth acaba de aparecer, y que hayamos comenzado una relación no quiere decir que le permita saber que escribo un diario. Mañana intentaré contarte con más detalle lo que pasó en la cena.

Tu Josh.

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