DARK RED ━━ atreides

ix. shaqiqat alsahra'

HERMANA DEL DESIERTO

Su charla con el Duque Leto Atreides la había dejado algo confundida, iba a contarle sobre su presentimiento sobre la administración de Arrakis, aunque el tema se terminó desviando a Paul y el embarazo.

──¿Jessica?── preguntó Kegavie cuando salió de su charla con Leto.

──Oh, Kegavie. No esperaba verte por aquí── respondió su suegra suspirando.

──Acabo de hablar con Leto── dijo la ojiverde──. Se lo ve más preocupado que de costumbre──. Añadió antes de continuar su caminata──. Con permiso.

La angustia volvía a aparecer dentro de ella y sabía que comenzaría a carcomerla dentro de poco. Su cuerpo le estaba indicando que pasaría algo malo.

Tuvo que apoyarse en una de las murallas en el corredor para no perder el equilibrio mientras su cabeza se volvía cada vez más pesada.

──Al Emperador no le interesa Kegavie y Munia está muerta, por lo que sus hijos ya no están bajo nuestra protección.

──Si la hija de la Bene Gesserit y el hijo del Duque viven, quedarán Atreides en la partida y no podemos permitir eso. No puede quedar descendencia viva.

──Kegavie nos es útil, tiene un par de derechos de nacimiento que nadie más tiene en el imperio.

El sentimiento de peso en su cabeza despareció en menos de un segundo e inmediatamente pudo retomar su caminata con destino a su habitación.

Shaqiqat Alsahra, el ocaso de toda una dinastía que se arrodilla ante la naturaleza, hoy se convertirán en siervos de aquello para lo que han trabajado.

Sintió unas manos acariciando con delicadeza sus hombros, mientras unos labios susurraban cerca de su oreja con un tono hipnótico el mismo párrafo, una y otra vez.

Cuando giró el pomo de la puerta para poder entrar a su habitación, algo se desfondó dentro de ella. Sintió un líquido escurriendo entre sus piernas y un dolor repentino en su útero.

Cuando vio una mancha oscura entre sus pantalones, se alarmó y decidió ir al baño.

Sangre era lo que escurría entre sus piernas y manchaba su ropa, el rojo intenso chorreaba en abundancia.

Nervios entraron en ella, cuando el rojo oscuro tocó sus manos, lo debía admitir, sufría hematofobia. Un sudor frío perló su frente y decidió sentarse de una vez por todas en el excusado.

Shaqiqat Alsahra, el ocaso de toda una dinastía que se arrodilla ante la naturaleza, hoy se convertirán en siervos de aquello para lo que han trabajado.

Volvió a sentir las manos en sus hombros y los labios en su oreja, repitiendo el Shaqiqat Alsahra'

Las lágrimas comenzaron a escurrir por sus mejillas, mientras que al tiempo el miedo comenzaba a devorarla sin piedad.