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– ¿Quién era el chico de anoche? – Ivonne no me dejaba en paz ni un segundo.

– Ivy – Me gire hacia ella – Estamos en clase.

– Exijo que me digas quien era ese papasote.

– Ivonne – Gemí fastidiada.

– ¿Lo conoces? ¿Qué hicieron? – Continuo preguntando.

– No hicimos nada, y si, lo conozco.

– ¿Cómo se llama? – Pregunto con una sonrisa en la cara.

– Hunter – Rodé los ojos y continué anotando lo que el profesor decía, cosa que también debería de estar haciendo Ivonne.

– Hunter – Repitió, su semblante cambió ¿Hunter qué?

– No sé su apellido – Hice una mueca.

Su mirada se volvió hacia el pizarrón y presto atención a lo que decía el profesor, o eso intentaba.

Era miércoles y yo salía a las nueve, mire el reloj de mi muñeca, justamente marcaba nueve de la mañana.

Recogí mis cosas y salí del edificio dispuesta a irme a casa, cuando una voz me detuvo.

– ¿Por qué haz salido tan temprano, preciosa? – Me estremecí al oír aquella voz, gire sobre mi eje encontrándome de frente con el.

– Los miércoles salgo a las nueve – Sonreí.

– ¿Tienes algo que hacer esta tarde? – Le acerco a mí, invadiendo mi espacio personal Ahí vamos.

– No empieces con tus juegos – Hable claro, estaba teniendo un ataque de valentía.

– ¿Qué juegos? – Enarco una ceja y sonrió de costado.

– Tratar de seducirme, no lo lograras.

Una carcajada salió de sus tentadores labios – No trato de seducirte, nena – Hablo conteniendo la risa.

– ¿Por qué te acercas tanto? – Puse una mano sobre su pecho y lo trate de empujar, mas no logre moverle ni un pelo.

– Me gusta ver cómo te sonrojas – Llevo una mano a mi mejilla y la acaricio. Me comencé agitar.

– No me toques – Aparte su mano.

– Todas las mujeres ansían porque yo las toque – Una sonrisa perversa adorno su cara.

– Yo no soy una de ellas, y jamás lo seré – Lo evadí y seguí mi camino.

– ¿A dónde crees que vas, dulzura? – Me halo por el brazo, obligándome a detenerme, rodé los ojos – Todavía no contestas mi pregunta.

– No quiero ir contigo a ninguna parte – Trate de soltarme, no lo logre.

– Te iré a buscar a las cinco – Me soltó y siguió su camino.

¿Y este que se cree para obligarme? Claro que no iré a ninguna parte con él, maldito idiota.

Llegue a mi casa he hice mis deberes temprano, quería tener la tarde libre para relajarme.

Revise mi correo electrónico y vi que me habían aceptado en el trabajo de niñera, medio tiempo. Sonreí, me encantaban los niños, por eso recurrí mejor a ese trabajo. Según lo que decía la carta, comenzaba el lunes de la semana que viene.

Me sobresalte al oír el ruido de la puerta siendo azotada por golpes. Me levante de un salto, mire el reloj, marcaba las cinco, mi corazón se comenzó acelerar, no quería abrir la puerta, este hombre sinceramente me da miedo, ni siquiera lo conozco y me quiere tratar a su antojo.

Damnific ©Where stories live. Discover now