Capítulo XXII

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Cada vez quisieron saber más, sobre las otras razas que existían, de los dioses y se interesaron por las historias de las guerras y la primera alianza, cada vez que escuchaban el nombre de Seibrom, el odio se les notaba en sus ojos, como si ellos hubieran sufrido de sus males en carne propia; ellos conocían algo de las historias pero nunca lo habían podido corroborar hasta ahora, por eso se mantenían tan atentos y no perdían interés. Igualmente aprovechamos para interrogarlos e indagar en cosas que nos interesaban.

- Hay algunas cosas que me intrigan - le pregunté a Falmir un día cuando se encontraba solo, mientras Almar se encargaba de buscar el alimento ya que era su turno.

- ¿Qué deseas saber? - me respondió con una voz potente que resonó en mi cabeza, incluso Celina, que estaba sentada a unos cuantos metros la escuchó y se sentó junto a mí para participar en la conversación.

- Según teníamos entendido - continué - luego de la última alianza, en la que participaron los dragones, quedaron solo 2 hembras de su raza ¿Cómo es posible que haya tantos ahora?

- Lo que sucede muchacho, es que luego de la guerra, según se nos cuentan a todos desde muy pequeños, los sobrevivientes se retiraron a su antigua morada, el bosque plateado de Nidalien, eran más de 1000 dragones los que combatieron en la guerra, pero el poder del "Corrupto", o como ustedes lo llaman, Seibrom, era inmenso, y al ver que los dragones eran una de las mayores amenazas los atacó con más fuerza, por lo que solo sobrevivieron 10, entre ellos Draco el Terrible, que se convirtió en el líder del menguado pueblo luego de que su padre muriera en la guerra.

De todos, solo quedaron 2 hembras, Draco sabía que esa situación condenaba a nuestra raza, pero todos se sentían satisfechos, felices por haber ayudado a sus amigos los Vérnidan en la victoria, a los que siempre había ayudado y aconsejado, con los que habían establecido una fuerte conexión, por eso decidieron seguir viviendo sus días en aquel bosque, donde esos amigos los visitarían y compartirían junto a ellos su lenta pero inevitable decadencia, aunque faltaran muchos años para eso, pues un dragón puede vivir milenios, por lo que parecemos inmortales a la vista de la mayoría, pero no lo somos, hasta ahora, el que más tiempo ha vivido de todos, fue el propio Draco, que gobernó por 6 mil años de los 8 mil que vivió.

Pero, en fin, los tan esperados amigos nunca vinieron, comenzaron a pasar los años, los siglos y nunca regresaron, olvidaron a aquellos que les entregaron el conocimiento de forjar, quienes los enseñaron a trabajar los metales y las joyas, quienes acudieron en su ayuda cuando la necesitaron, los que murieron por ellos al punto de quedar al borde de la extinción - su voz sonó con rabia, dolor y tristeza a la vez -.

Pasó el tiempo y las dragonas dieron a luz, cada una un huevo, como es sabido, de uno nació Frako, mi bisabuelo, y de otro, una hembra, que más tarde pasaría a ser legendaria.

- Siento pena por esa terrible traición, pues no tiene otro nombre - dijo con voz triste y queda Celina.

- No es precisamente tu culpa, eso fue hace muchos milenios atrás - respondió el dragón con la cabeza inclinada, sin mirar a los ojos a Celina.

Era la segunda vez que veía esto, o al menos que me percataba realmente, la primera vez fue cuando hablamos con Fernir, aun siendo orgulloso, cuando le respondió a ella no le miró a los ojos e inclinó su cabeza, además, ninguno de los dos dragones que nos acompañaban le perdían la pista, pero nunca entablaban conversación con ella a menos que ella misma la iniciara.

- Como les iba diciendo - continuó Falmir -. Dos milenios pasaron desde el nacimiento fe Frako el Salvador, como lo llamarían más tarde y de Galirya la Bendita, como es conocida. Ambos eran grandes dragones en ese tiempo, él mucho más grande que ella, de escamas negras con bordes dorados, unos cuernos imponentes y garras inmensas de color dorado también, ella, de escamas púrpura, hasta ahora, la única de nuestra raza que ha ostentado ese color, los dos crecieron como grandes amigos y el amor floreció en ellos.

Paltros y el Cetro Carmesí Where stories live. Discover now