Ella pensó en lo genial que sería ganar esa competencia, podría hacer muchas cosas con ese dinero, aun si lo repartía con sus compañeros de equipo. Pensó en las últimas noches que tuvo que desvelarse y en que esa podría dejar de ser su vida y entonces agarró del hombro a su padre.

—¡Me inscribiré! —Su padre dio un pequeño brinco en el sillón y maldijo mientras su hija ya estaba sacando su celular para fotografiar los detalles que estaban en la pantalla del televisor.

Alexandra subió a su cuarto e hizo de todo. Mandó un correo con todos los detalles que le requerían, en un par de minutos ya los había reunido todos. Desde fotos hasta documentos oficiales. Llamó al número que también ponían al final del comercial donde le decían que ya no había nada más que hacer si ya había mandado el correo y una vez que terminó de hacer todo vio la hora en su celular y que tenía 8 llamadas perdidas, 96 mensajes y un trabajo final sin entregar.

Laura Universidad Equipo 3.
Sabía que no debí unirte al equipo, no puedo contar contigo para nada, le expliqué al profesor que era tu culpa y nos ha dejado entregarle el trabajo con calificación sobre 90. Ah y estás fuera del equipo.
10:35 a.m.

Leyó el mensaje y la dejó en visto, se quedó ahí sentada frente a su laptop viendo su bandeja entrada todo el día. Hasta que le llegó ese correo que tanto esperaba. Había pasado el primer filtro y tendría que viajar a la capital para hacer un casting en persona.

Bajó lo más rápido que pudo las escaleras y se paró en la puerta de la cocina. Sus papás estaban sentándose para cenar y ella estaba ahí parada con una gran sonrisa.

—Mamá, papá... —No tenía idea de cómo les iba a contar que la tenían que llevar a la capital.

—¿Quieres que te haga unas quesadillas? —Su mamá pensó que quería cenar, pero ella le dijo que no rápidamente.

—Bueno, apliqué para la competencia, esa de la tele, la de viajar... —No pudo terminar de hablar porque su padre soltó la tortilla que tenía en su mano y empezó a quejarse y a decirle que no estaba pensando bien las cosas.

—Es que... ¿Y si te piden viajar a través de esa selva donde hay leones? —preocupado por su hija seguía hablando—. No sabes en qué te estás metiendo y apenas tienes diecinueve años, tú estás mal de la cabeza.

—¡Cierto! Tengo 19 años, no ocupo su permiso y sí, estoy mal de la cabeza y ¿sabes quién más? Mi tía Mary, ella me ayudara, así que tú escoge —amenazó su hija y explicó sus opciones—. O me ves en la televisión hacer mi locura sin tu apoyo o me acompañas en todo este camino, desde la sala viendo la tele también... pero si de pronto tengo que elegir entre cruzar una selva o un pueblo, ¡la selva sin dudar!

—Es tu culpa, lo heredo de ti —le reprochó a su esposa y ella solo alzó ambos hombros.

—Yo ya le hablé a mi hermana, la quiero apoyar, pero no quiero comprar los boletos de avión, amor y por lo que veo estas a nada de decirle que sí. —Sostenía su celular en la mano mientras volteaba una tortilla—. Salimos el jueves a las seis de la mañana, para que pidamos los días. Mary ya se encargó de todo.

Suspiró y se dejó llevar por las decisiones impulsivas de su hija y esposa. En fin, ya llevaban casados más de veinte años, ¿qué podría salir mal? Alexandra festejó que le habían dado permiso y que ya todo se veía más real. Recordó que debía empezar a hacer sus maletas y se fue corriendo a su cuarto.

Pensó en que, si la aceptaban en el programa, no iba a poder volver a casa a empacar más cosas. Revisó la lista de cosas prohibidas en el PDF que le habían enviado y siguió llenando su maleta.

La cruzada del millón.जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें