46. Secreto a voces

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Amelia iba tan sencilla como espectacular. Iba con una falda combinada con un jersey y un moño que recogía sus rizos a la perfección.

– Estás guapísima, Amelia. – susurró Luisita, aun sabiendo que no había nadie quien la escuchara.

– Pues anda que tú.

Luisita se había puesto un traje morado que, a pesar de no ser demasiado ajustado, la uve que hacía el escote de la chaqueta dejaba ver que no llevaba camiseta debajo. Tan sutil pero a la vez tan provocador que sólo hacía que Amelia quisiera arrancarle la chaqueta para dejar al descubierto lo que había debajo, incluso sabiendo a la perfección lo que se encontraría, porque ya se había estudiado ese cuerpo al detalle. Sus cabellos rubios delicadamente ondulados y aquellos labios rojos que Amelia tanto amaba iban a provocar que aquella noche se hiciera muy larga hasta que por fin pudieran volver a casa.

La rubia sonrió vergonzosa y a Amelia simplemente le pareció adorable.

– ¿Cómo es que no has pedido ya tu bebida?

– Te estaba esperando

– ¿A mi?

La ojimiel asintió y Luisita pudo ver cómo, de repente, parecía una niña insegura.

– Quiero pedirme una cerveza. Es la primera vez que la pruebo y bueno, quería compartir el momento contigo.

Amelia ni si quiera sabía qué fue lo que bebió la noche en la que se emborrachó antes de irse, sabía que eran copas, pero no podría decir con certeza qué tipo de alcohol era. De lo que estaba segura es que no era cerveza y que no era consciente de lo que tomaba, y ahora quería hacerlo. Quería superar aquel peldaño y quería hacerlo junto a ella.

– Eso está hecho. – le respondió su novia mientras le desbordaba el orgullo.

Al ver lo ajetreados que estaban todos los camareros, entró en la barra para servírsela ella misma, porque no podía negar que también le hacía ilusión ser ella quien se la diera. Llenó dos vasos y los colocó en la barra, cogiendo uno y entregándole el otro a la ojimiel.

– Venga, coge tu vaso. – le dijo la rubia con una dulzura que hizo que la morena calmara sus nervios. – Por ti y porque no te puedo querer más.

Alzó el vaso y esperó a que Amelia también lo hiciera.

– Por nosotras.

Luisita bebió de su vaso y, tras coger aire, también lo hizo Amelia. Aunque el sorbo no fue precisamente largo, ya que al poco de saborearlo, la rubia vio como la ojimiel fruncía el ceño.

– Puaj, que asco. Está amargo. – dijo con una completa mueca de asco, haciendo que la rubia se riera.

– Bueno, si te consuela, tu reacción es la más normal del mundo.

La rubia se agachó bajo la barra y cuando se incorporó tenía una botella de refresco de limón en la mano. Cogió el vaso de la ojimiel y lo vació hasta un poco más de la mitad, para echarle a lo que quedaba de cerveza limón.

– Prueba ahora.

Amelia miró al vaso algo desconfiada y finalmente bebió, aunque su cara ya no era la de total desagrado.

– Vale, ahora está mejor.

Luisita salió de la barra y ambas caminaron hacia el reservado. Cada una se sentó con su respectivo grupo y se sentía bien tener esa clase de respeto por el espacio de la otra y sus amistades, aunque Marina y Luisita no tardaron en quedarse solas, ya que sus amigos o bien se habían marchado ya o estaban demasiado borrachos para dejar la pista de baile, así que no tenía sentido estuvieran sentadas ahí solas. Natalia les hizo un gesto para que se sentaran con ellas y tampoco tardaron mucho en aceptar la propuesta. Se unieron a ellas y Luisita se sentó junto a Amelia sin dudarlo, porque aunque le diera vergüenza admitirlo, necesitaba su apoyo.

Un refugio en ti (#1)Where stories live. Discover now