One, Two...

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No debía beberme el segundo café de la tarde, lo sabía. Entre saber y hacer, sin embargo, hay muchas diferencias.

Giraba en el colchón, me acomodaba sin llegar a conseguirlo para, tras una pausa de apenas un minuto, darme la vuelta nuevamente. Fuera había poco ruido, pero mi oído no dejaba de centrarse en el viento, una voz fugaz, un coche... En otras circunstancias quizá hubiese decidido levantarme, pero hacía frío y no tenía ganas de vestirme de nuevo para hacer algo productivo esa noche. La vida era una mierda y el café despertaba, pero a la vez disfrutaba del insomnio, casi echaba a faltar mis peores épocas con respecto a eso. Los sueños o bien eran inexistentes haciéndome levantar cansado como si apenas hubiese estado un minuto en la cama, o bien eran pesadillas... Bueno, lo que muchos considerarían pesadillas, el término para mí estaba distorsionado. Caras raras, demonios, asesinatos, monstruos vacíos, enigmas antiguos, encapuchados con cuchillo... incluso en los más amables había un elemento perturbador y retorcido de fondo. Simplemente, después de tantos años disfrutaba de él; había aprendido a medio intuir que era un sueño y saborear toda la adrenalina, la emoción o el terror de el mundo onírico. Era un arma de doble filo porque, entonces, me despertaba cada mañana en un mundo terriblemente brillante y aburrido, y eso no me complacía en absoluto. Tomar un café (quizá eso sí era salvable), trabajar o descansar, hundirse en libros o series para mitigar el tedio... Dormir, el mejor y más terrible momento, pesadilla dulce o la nada y un día nuevo. Era un perdedor nato, porque nada me animaba a ganar nunca, nada era emocionante en el día y la paz, y no podía atrapar la locura de la noche. Me conformaba con avanzar por la vida y beber cerveza para reír, o café para eludir una pesadilla que o no aparecía o era una tortura peor al acabarse, el espejismo de un mundo cruel y excitante.

Mi gato se recostó en mis pies sobre la colcha, sacándome de mis pensamientos. Comenzó a ronronear y me pregunté si me dolería el día que me lo encontrara muerto; solía plantearme esas cosas de vez en cuando, era un pensamiento aleatorio y normal. Me di cuenta de que no importaba, la muerte no se me antojaba algo tan dramático, es más, era interesante y liberadora, un justo y anhelable descanso a estar vivo.

Acaricié al animal sonriendo, y ese sonido continuo y repetitivo poco a poco consiguió que me moviese hacia los brazos de Morfeo.

Cuando caigo dormido es extraño, durante un momento siempre me queda la duda de si estoy en la cama o sueño su abrazo cálido. Hay momentos incluso en los que me acuerdo de cosas que tengo que hacer, o siento mi entorno de forma agudizada... Después, como si me hundiese en un lodo espeso, todo lo que he pensado se revuelve en unos sueños inconexos que, tras ser asimilados, obtienen una trama, un hilo de historia por el cual seguir. A mi subconsciente le gustan los recursos narrativos de mis medios favoritos, es por ello que sé perfectamente que estoy soñando: una voz en off como narrador, cambios de cámara y persona, ropa antigua en los personajes, colores tierra, no soy yo mismo sino un avatar... Incluso a veces me despierto ligeramente y, al verme en la cama, vuelvo por voluntad propia al mismo sueño; esto tiene inconvenientes ya que, casi siempre, se pierden elementos de la historia en mis idas y venidas a la realidad.

Esa noche no ocurrió nada raro, al menos hasta aterrizar en el primer sueño. Había tres elementos desconcertantes: me interpretaba a mí, iba en pijama (el mismo que en la realidad) y el lugar no era especialmente siniestro. Estaba en un pueblo, me resultaba familiar, aunque no llegaba a reconocerlo. Las casas blanquecinas parecían sacadas de una película americana, pero no había nadie a la vista, ni un mísero coche, ni un ave que rompiese el silencio. Me puse a caminar sin rumbo, la ausencia de personas se hizo más tétrica, por más que no hubiese un motivo claro. También la luz cambió a algo más apagado, casi había llegado la noche en apenas un minuto. Eso estaba mejor para una pesadilla, sonreí, odiaba las casas maravillosas y brillantes, cualquier sombra se veía genial. Analicé nuevamente mi entorno en busca de algo que me acabara de recordar dónde me encontraba, lo hallé tan cerca que me sorprendió. Maldije mentalmente mientras reía por no caer antes, mi risa, sin embargo, sonó algo hueca; estaba en Elm Sreet. Delante de mí la casa que más me recordaba a la infancia se alzaba con aire lúgubre. Paredes verdes en la parte superior y blancas abajo, puerta roja con dos columnas... Eso sí, al igual que todo, estaba demasiado intacto e inmóvil.

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⏰ Última actualización: Oct 19, 2022 ⏰

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One, two, Freddy's coming for youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora