- Esos son todos los caballeros, ahora, para poder cuidar mejor de este mundo, nos dividimos en parejas seleccionadas al azar, actualmente estamos distribuidos así: ¨Uno¨ y ¨Cuatro¨, ¨Dos¨ y ¨Diez¨, ¨Tres¨ y ¨Siete¨, ¨Cinco¨ y ¨Nueve¨, y, por último, ¨Seis¨ y ¨Ocho¨, de esa manera nos separamos y defendemos diferentes regiones, para liberarlas de cualquier mal que las agobie, aunque en muchas ocasiones hemos tenido que unirnos para combatir.

- Me va a explotar la cabeza- dije-, hay lagunas que todavía no lleno, primero ¿qué es este lugar? ¿qué es el Cetro Carmesí? ¿cuál es el mal ese contra el que pelean?, pero primero que todo, papá, respóndeme una cosa ¿sabes si mamá está viva?

- Si hijo, aunque se encuentra prisionera, está viva, pero primero escucha toda la historia, luego vamos a rescatarla, de cualquier forma, estamos esperando la llegada de los otros caballeros para cumplir esa y otras tareas.

Esta noticia me dejaba perplejo, venían los demás caballeros ¿era tan difícil rescatar a mi madre?, al parecer la faena iba a ser dura, pero aunque la curiosidad me mataba, el hambre también y no hay quien escuche una historia larga con el estómago vacío, así que le pedí a los anfitriones un pequeño refrigerio, al menos para hacer boca.

Los dos se miraron y asintieron con su cabeza y con su estómago también, porque el de ¨Ocho¨ rugió como si lo que tuviera por estómago fuera un dragón. La conversación quedó en pausa mientras mi padre y aquel árabe procuraban preparar una buena merienda, todavía no me podía creer lo que estaba pasando, que mi padre tuviera poderes, caballeros, otro mundo, era bastante que digerir, pero ya mi mente comenzaba a aceptarlo un poco.

Luego de alrededor unos 10 minutos, ambos sujetos regresaron, con una merienda que parecía que querían atragantarme: tostadas, jamón, queso rallado, una jarra de leche y otra de jugo. Mientras disfrutábamos de la merienda, le pregunté a ¨Ocho¨ por algo que me había quedado en la mente.

- Oye, ¨Ocho¨, cuéntame algo, como es eso de que yo soy un discípulo, que recibiré los poderes y eso.

- Está bien, pero solo un resumen. Como ya te dije, tú eres el discípulo de tu padre y así como tu él, cada caballero posee uno, excepto ¨Diez¨, ya luego entenderás por qué. Cada 20 años se debe realizar un cambio de generación entre los caballeros, es una regla que no permite excepciones, por eso cuando ya se cumplen 16 años de formar parte de la orden se realiza un ritual con el que son seleccionados los próximos caballeros, es una selección divina, que todos respetamos, los elegidos no siempre coinciden en edades, esta es la primera vez que el ritual escogió a 3 que eran menores de 18 años, o sea, que desde que tenías 14 años fuiste elegido y desde ese momento fuiste entrenado por tu padre.

- Entrenado, pero si yo nunca he entrenado.

- Ah sí, ¿y por qué tu cuerpo es tan atlético si nunca has entrenado o ejercitado?

- Bueno, no sé.

- Pues porque tu padre te entrenaba, pero como todavía no podías conocer de nuestra existencia, los recuerdos de esos entrenamientos eran sellados; ya los otros discípulos conocen la verdad y los sellos de sus recuerdos fueron liberados, tú eres el único que falta, aunque tu padre estaba desesperado por hacerlo, nuestra última misión nos había impedido regresar, pero ya es hora de que recuerdes todo, además, dentro de 3 horas llegarán los demás para realizar la última parte, el ritual de paso, así que ¨Seis¨ por favor, el maestro es el único que puede quitar el sello de su discípulo.

En eso, mi padre se levantó del sofá donde había estado sentado, dejó su merienda de lado y se acercó a mí, puso su mano derecha en mi frente, con el dedo pulgar apretando mi entrecejo y los otros cuatro dedos agarrando mi frente y la parte delantera de mi cabeza, con una voz firme recitó: ¨Por la gracia de Paltros y su poder divino, libérate de las ataduras del pasado y fluye con las aguas del presente¨.

Paltros y el Cetro Carmesí Where stories live. Discover now