II: Dale un vistazo al pasado

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Esa Lycoris, piensa mientras mira nuevamente a Sella con tranquilidad.

Sella parece la delicada niña adicta a los dulces, el sol de verano y a los juegos de escondite que conoce, la que es su gemela de pies a cabeza, el reflejo viviente de la una de la otra. En su afán de justificarse no se parece en nada a la criatura que tenía tan solo unos minutos frente a ella; viciosa y hambrienta, de ojos brillantes pero trémulos.

No debes escuchar conversaciones a escondidas, Sella.

¡Yo no–!

Y Lycoris tiene prohibido tomar la ruta que pasa por el jardín central. —continúa sin hacer caso de los balbuceos de su hermana— Es la regla. No vamos a los jardines a menos que el abuelo venga con nosotras o el tío Olive pida permiso.

Su hermana se ve molesta, probablemente por ser interrumpida en su justificación o por la llamada de atención que es claro se reportara en contra de su dama de compañía— Yo le pedí a Lycoris que nos detuviéramos ¡no es culpa suya!

Saya encuentra mucho más interesante el bordado de flores de su manta que la indignación de Sella en nombre de su guardián— Entonces, es una irresponsabilidad tuya, Sella.

Como ya es usual en situaciones similares, se cuestiona porque su hermana es claramente protectora con su acompañante. No es como si la hubiera criado, viéndola crecer desde el momento que salió del vientre de Lucille. Saya también posee un dama de compañía, dada a ella desde los cuatro años.

Para bridarte compañía, querida; había dicho el abuelo.

En aquel entonces una Saya de cuatro años, demasiado apegada a su madre, había mirado a los profundos ojos azules de Lina, un hermoso e inexpresivo azul. Se detuvo a contemplar a la joven frente a ella, con las facciones demasiado perfectas, de cuerpo frágil como su madre y cabellos cobrizos solo un tono menos vibrante que los que pertenecían a los miembros de Elffire.

Había entendido que era una muñeca, un recipiente vació, sin anhelos ni ansias de vida, pero si con el propósito de atenderla. Lina solo era otro de los bonitos homúnculos creados por los Elffire, un acompañante para Saya, un siervo fiel para su abuelo.

Lycoris no era diferente, la misma creación, el mismo propósito. Entonces ¿por qué parecía la más humana de todos los habitantes dentro de la mansión? Su codicia, su obvio rechazo por la misma Saya, el anhelo por Lucien, como cualquier humana normal de esa edad y su predilección por alabar y meter en problemas a su joven ama la hacían tan... real.

¿Acaso era imperfecta? ¿Su creación había sido alterada de alguna forma? No, si ese fuera el caso el abuelo ya la habría desechado o quizá, solo quizá, la existencia defectuosa de Lycoris no era suficientemente amenazante para los Elffire.

¿Saya? ¿Le dirás al abuelo que estábamos en los jardines centrales?

Se queda en silencio, mirando a su gemela.

Sella casi parece desesperada, las lágrimas acuden a sus bonitos ojos de espuma acentuando la diafanidad de sus iris— Por favor, hermana, no quiero ser llevada ahí. No de nuevo.

El corazón de Saya bombea con fuerza en su pecho ¿realmente? ¿cómo puede su hermana pensar en la posibilidad de que ella la traicione? ¿A Sella, que es su amada hermana? ¿Qué ha hecho de todo por conservar sus colores vivos, su sonrisa de hada y sus travesuras de infante? Ella jamás podría hacerlo.

No la dejaría regresar a esa habitación si tiene la capacidad para evitarlo.

Piensa que su hermana debería saberlo, siempre ha sido así; dónde va una va la otra, sosteniendo sus manos como un salvavidas. Buscando sobrevivir en esta mansión de linaje rancio.

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⏰ Última actualización: Nov 06, 2021 ⏰

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