1. Paraíso negro

17K 706 68
                                    

Contuve las ganas de sonreír al ver el folleto que me habían entregado. Sabía que sería un gran inicio para mi nueva vida. Subí a mi habitación preparando mis maletas-las últimas- para mi más esperado viaje. Por fin iría a un campamento. Podríamos decir que es algo de niños, pero este no es cualquier campamento, es algo así como un viaje con un grupo de estudiantes que viajan a lugares de la historia antigua.

Emocionante según mi punto de vista, y lo peor del mundo para mi hermanastro.

—¿Cómo te puede llegar a interesar estas bobadas, Lydia?—la voz de Edgar me sobresaltó, estaba metiendo las narices donde nadie lo ha llamado...de nuevo. Su cabello largo había tapado un poco de su ojo izquierdo, amaba su cabello chocolate, era envidiable, sus ojos eran del color de mi cabello, su piel era una mezcla de blanco y amarillo, lo dejaba como con un toque dorado.

—Porque a ti te parezca una tontería debes saber que es algo maravilloso.

—Como digas...solo quiero acotar que solo voy porque nuestros padres han insistido en que alguien debía cuidarte, agradezco que esto solo dure cinco meses, puedo soportarlo. Los audífonos servirán para esa tarea.

—Edgar, déjate de tus estupideces, solo vendrás porque así lo quieren ellos, por mi parte me iría sola. Claro si fuera posible.

Edgar bufó molesto, su cabeza negaba mientras se estampaba contra mi cama. Tomó de mi velador la pequeña foto que estaba sobre ella. Era una donde estábamos todos, mi madre, mi nuevo padrastro, Edgar y yo, Edgar y su padre eran idénticos, debía decir que lo único de diferencia era la edad o podría decir que eran gemelos nacidos en diferente tiempo.

Hace como unos cinco meses. Si, mi madre no lo conoce ni eso y se me vienen a casar. Que bobería, pero yo solo quería que fuera feliz de nuevo. Después de la muerte de mi padre todo en mi vida como en la suya ha sido totalmente lúgubre.

—Aunque no lo quiera, eres mi hermanita, debo hacerlo. Te quiero, aunque tú me odies. Entiende eso por lo menos, Lydia.

Escuché a mis espaldas que la puerta se cerraba con fuerza. Me agarré de mi peinadora con fuerza. ¿Cómo pedía eso? Yo lo odio.

Si.

Debo admitir una cosa: No sé porque lo hago. Solo lo odio, era como si una parte de mi quisiera llevarse bien con el pero la otra le gana y hace que lo trate de la peor manera que se me hace posible.

La voz gritona de mi madre hizo que pegara un sobresalto increíble. ¿Acaso piensan en matarme?

—¡Lydia, Edgar!—era ella—. ¡Bajen, el auto está listo para llevarlos al aeropuerto!

—¡Voy!—grité en respuesta, cerré la maleta número dos. La colgué en mi hombro para salir derecho a las escaleras.

—¿Lista?—aquel era mi padrastro Phill.

—Lista—dije algo insegura.

Detrás de mí, los pasos de otra persona se oyeron, lo más rápido que pude hacer fue saltar las gradas y caer con algo de mareo en el suelo. Todos rieron ante mi acción, aunque ese no era mi punto. Volteé para ver la expresión de Edgar. Estaba en su estado neutro. Casi siempre estaba así cuando algo le molestaba o preocupaba. Y creo era la primera.

Al estar todos en el auto estuve tan contenta, ignoré las resoplidos de Edgar a todo momento. En todo el camino, la plática consistió en lo simple. Mi madre pensaba que aún era muy pequeña para emprender un viaje tan largo como ese. Phill estaba casi de acuerdo, pero como era mayor de edad pensó que sería algo increíble, una nueva experiencia.

—Vamos, Margareth. Tu hija ya es grande. Sabrá cuidarse sola-continuaba Phill. Cuando tratas de convencer a mi madre de algo es algo similar que estar hablando con un muro.

Aleteia [ισχύς]Where stories live. Discover now