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Preparó la comida a su lado, atrajo sus rodillas al pecho y envolvió sus brazos alrededor. Miró a todos sus compañeros ya dormidos, excepto Sang-woo. Puso su manta alrededor de su espalda para no percibir el frío que acompaña el inmenso salón, la ambientación era tan distinta, con la gente durmiendo - o algunos haciéndolo -, la compañía de solo una persona y el silencio.
No faltaba mucho para terminar, para que la pesadilla terminara.
─ ¿Estás bien? ─ mira a su costado curvando los labios y achicando sus ojos.
─ Siempre me preguntas eso ─ hace saber, se acomoda a su lado buscando las palabras en su cabeza.
─ Siempre pareces necesitar esa pregunta ─ su respuesta la deja en silencio ¿Tan mal se veía?
─ Así que, San-gwoo ¿Cuál es tu historia? ¿Cuál es el antes de todo? Supe que estudiaste en una gran escuela, debes ser muy inteligente ─ quería crear una conversación aprovechando el rato a solas. Sin presiones, sin molestias, con el corazón abierto. La pensó, no mucho, lo necesario para que quedara satisfecha.
─ Cuándo vives en un barrio como en el que crecí, la gente espera muchas cosas de ti, crean una idea de quién eres o quién debes ser. Una vez que fui a la universidad todos esperaban que sea el mejor, me gradué y conseguí trabajo, las cosas no fueron como lo pensé y terminé en un enredo de deudas. No le dije nada a nadie, porque se supone que soy el orgullo de Ssangmun-dong, pero creo que después de esto, ya no me queda nada por lo que sentirse orgulloso ─ terminó, pudo sentir la paz de soltar todo, de vez en cuando la miraba, esperando que volteara los ojos, que tuviera sus ojos cerrados. Fue todo lo contrario, lo oía atento, escuchando todo lo que tenía que decir. Aclaró su garganta ─. ¿Qué hay de ti?
─ ¿Quieres la historia completa o una parte de ella? ─ completa, le dijo. Bebió de su agua refrescándose, se remojó los labios con la lengua ─. Bien, cuando era pequeña vivía con mis padres alrededor del mundo, nunca nos quedamos mucho tiempo en cualquier lugar, hasta que llegamos a Corea. Una noche, estábamos cenando, recuerdo que era pasta con salsa y aceite de oliva, lo recuerdo porque mi plato era más aceite que pasta. Hablábamos de quedarnos para siempre, las luces se fueron, quedamos a casi a oscuras de no ser por los faroles de afuera iluminando a través de las cortinas. Me empujaron debajo de la mesa, me dijeron que me quedara en silencio y totalmente quieta ─ inhala un poco tomando fuerzas ─. Lo hice, no me moví ni hablé, veo a alguien caminar por la sala que estaba a un lado del comedor, yo nunca vi al sujeto, llevaba una capucha negra que no dejaba ver su cara. Ellos le dijeron que en poco tiempo ya estarían listos, que ya casi conseguían todo el dinero, lo siguiente que escuché fue un disparo, uno tan fuerte que pensé que mis oídos iban a estallar y quedaría sorda. La sangre me manchó el vestido, y aun así jamás me moví o dije nada, no se molestó cuando se vio, solo se fue. La policía me encontró debajo de la mesa, con el vestido rojo y llorando en silencio. Escuché a los policías hablar de una deuda con una mafia, no supe por qué, hasta ahora tampoco sé. Me llevaron a orfanatos, mucha gente me adoptó, ninguno satisfechos, uno era un señor ex militar con su mujer. Los últimos en adoptarme y los últimos en abandonarme, cumplí los dieciocho, salí a trabajar y mi jefe que es todo un idiota me encontró. Ahora trabajaba en un bar y un restaurante. El salario no fue suficiente y me llené de deudas, así terminé aquí. Y sí, eso es todo. A veces me pregunto, si hubiera sido más valiente, quizás pude llegar a salir por ayuda y ellos estarían vivos.
