''Dos grandes que se unen''

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−No más malas noticias −Le advierto. Se devuelve. −No espera − ¡Carajo! −Ahora que ocurre.

−Es Enrique Grant Sra. Quería ''hablar'' con usted. −Esas comillas con las manos me informan que probablemente este gritando como animal en celo.

−Quería. −Repito.

−Exacto, le dije que esperara unos minutos puesto que estaba usted muy ocupada.

− Genial ¿Y qué pasó después?

−Me mandó al infierno y que iba a venir él mismo.

Santa madre de la lesbianidad, adiós a la felicidad. Hola a ese dolor de dientes.

− ¡Pues que venga! −Renuncio a toda cordura. ¡Guerra es guerra! Me pongo de pie −Trae a los guardias mejores entrenados, lo más altos, lo más rudos, los más malos −Estiro mi brazo y lo muevo como si fuera un capo de la mafia. Los de la mansión se quedan permanentemente ahí y se puede prescindir de ellos, tenemos más personal. ¡No sabe en lo que se mete cuando quiere enfrentar a la gran Christine Edwards! − Si se atreve a hacer escándalo y alterar la paz de mis pacientes será lo último que hará. −Decreto. No pienso bajar mis estrellas de valoración en la internet −Quiero a tres apostados fuera de cada ascensor y piso, por si acaso −Digo. −Armados pero que nadie lo note.

−A la orden −Dice.

−Cuida esa lengua −Gruñe Tina. −Nos meterás en problemas si te dejas llevar por emociones.

Le pego a la mesa.

− ¡Eso es lo que debiste cuidar tú cuando la chica Grant te movía el culo por el box! −Grito. ¡Malditas mocosas hormonales y sexualmente activas!

El secretario abre los ojos más grandes de lo normal −Vuelve a tu lugar y avísame lo que sepas −Le ordeno. Asiente feliz de largarse de aquí, ese tipo en cualquier momento renuncia...

En no más de media hora ese imbécil alto y medio calvo abate contra las puertas de mi oficina, es una suerte que no haya gritado del primer piso a este, según seguridad solo causó asombro a las personas por el séquito de gorilas. Mis guardias lo detienen de golpe, en el momento que los suyos lo protegen de los míos.

Esto es ridículo.

−Si haces algún tipo de escándalo te haré pedazos −Saludo. −Estás es un hospital.

El rojo de rabia apunta a Tina, se pone algo morado. Genial, ahora se me va a morir en la maldita oficina y toda la prensa dirá que no cumplí con el maldito juramento Hipocrático al dejar que se muriese. No es que lo lamente, pero este tipo de sujetos terminan como mártires en bandos enemigos.

− ¡ESA!... −Apunta a Tina. Deje a Tina conmigo porque es dónde es más seguro.

−Esa es mi hija. −Termino.

− ¡ESTÁ ...! ¡CON MI HIJA! −Se desespera. −¡¡Con mi hija!! −Lo dice como si la última palabra no provocase la reacción esperada. − ¡CÓMO ES ESO POSIBLE!

Mi Pareja Perfecta IVKde žijí příběhy. Začni objevovat