Capítulo 1

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En la actualidad, cuatro años después ...

Abrí el portátil que descansaba sobre mi mesa con un suspiro de resignación. Mientras esperaba a que cargase, fui a la cocina a prepararme un café. Miraba fijamente cómo la taza se llenaba, sumida en mis profundísimas reflexiones acerca del color del mármol de mi encimera, cuando el pitido que indicaba que el café estaba hecho me sobresaltó. Como en una especie de trance, llené la taza de Bob Esponja que mi padre me había regalado por mi cumpleaños número diecisiete y caminé de nuevo al salón. Me senté cómodamente en el sofá (una pierna recogida sobre los almohadones y el resto de mi cuerpo sentado sobre ella) y observé cómo la barrita de cargado se llenaba. Introduje mi contraseña y abrí internet con la esperanza de que el wifi de la vecina estuviese estropeado. Primera desilusión. Lo conecté con los nervios a flor de piel y tecleé en el buscador: Resultados pruebas de admisión Universidad de Medicina Los Ángeles. Aparecieron como resultados un montón de páginas web de distintas universidades, pero sólo la de los Ángeles me interesaba así que, dudosa, pinché en el link de su página web. Una primera pantalla florida me dió la bienvenida y en los subapartados busqué los resultados de los exámenes de acceso. Una lista aparentemente interminable se desplegó ante mis ojos y aliviada de que mi apellido comenzase con la C, empecé a leer los apellidos cuya primera letra era la C, en busca de uno que citase Collins. Al parecer, veinte personas a parte de mi se apellidaban Collins, así que me llevaron unos cuantos segundos localizar mi nombre junto a mi apellido. Con un ojo cerrado y otro abierto, cliqué en mi nombre. La página me pidió mi DNI y mi número de teléfono y ansiosa por conocer mis resultados, miré fijamente la pantalla. El texto que tenía ante mis ojos era así:

Estimada señorita Collins, nos complace comunicarle que ha sido usted admitida en la prestigiosa Universidad de Los Ángeles. Tendrá como vivienda la residencia exclusiva para los alumnos de dicho centro y compartirá la habitación con dos personas más. Se le transmitirán los demás requisitos y normas del centro en una carta que...

No leí más porque ya estaba en mitad del salón agitando los brazos sin ton ni son en el aire y moviendo las caderas "sensualemente" a modo de baile de victoria. Me abalancé sobre el teléfono y marqué el primer número de mi agenda.

- ¿Si?- contestó una voz adormilada al otro lado de la línea. Ups... Creo que olvidé comentar que eran las cuatro de la mañana y que había mirado los resultados porque no podía dormir...

Papá, soy Ginebra, tengo una noticia que darte.

- Cariño, ¿no puede esperar a mañana? Son las cuatro y diez a.m...- protestó con un gemido lastimero. Pero yo estaba demasiado eufórica como para rendirme. Necesitaba contárselo a alguien con urgencia, ¿y quién mejor que mi padre?

No, no puede esperar.

- Bff... Está bien, ¿qué es?

- ... ¡¡¡APROBÉ EL EXÁMEN DE ACCESO DE LA UNIVERSIDAD DE LOS ÁNGELES!!! -le grité al auricular sin poder evitarlo. Casi pude oír cómo mi padre se caía de la cama por mi grito. Quizás incluso se habría enterado mi anciana vecina de no estar sorda.

¿Estás de broma?- me preguntó después de unos minutos en silencio. Fruncí el ceño.

No... ¿No has oído mi grito de supereuforia? Si quieres lo repito por si no te ha quedado claro...- le dije con voz inocente, pero me cortó antes de que pudiese acabar la frase.

¡¡ NOO!! ¡¡No grites más!! ¡¡Me vas a dejar sordo!!

Reí bajito mientras me apartaba un poco el teléfono de la oreja para no oír el resto de los gritos de mi padre. Creo que ya se sabe de dónde saqué mi potente voz, ¿no?

Boxeadora NO busca Boxeador [Wattys2016]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora