7 El mal del doctor

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El mal se acerca, ¡más terrible y tenebroso que nunca! Buajajajaja...

***

El día había llegado. Era una mañana de Halloween esplendorosa, y Elizabeth contemplaba los resultados positivos de su "venganza" en la cara de cada uno de los aldeanos. El pueblo no había estado tan feliz en años: caras sonrientes por todos lados, se escuchaban risas, la gente corría de aquí para allá preparando el tradicional festival de cosecha mezclado, y ya no les importaba mostrar una que otra tradición pagana. Y el cambio no era meramente superficial. Los pobladores sabían que ante ellos se abría un futuro maravilloso y, aunque no supieran quienes eran sus benefactores, todos presentían que había magia de por medio en los eventos recientes y habían perdido el miedo. Habría nuevos líderes a quienes todos respetaban, muchas bodas que se acercaban, los nacimientos estarían al orden del día...

Sí, Elizabeth no se arrepentía de nada. Ese sería su último día de vida, y al anochecer, dejaría que Meliodas se la llevara al infierno para yacer con él en las llamas eternas. Devoraría su alma, esa que ya le había entregado desde que descubrió que se había enamorado de él. Así estaba bien, era perfecto, era lo justo. Sin embargo, aún había una pequeña cuestión que le inquietaba.

-¿Qué tienes Elizabeth? -El ojiverde bebía despreocupadamente de su tarro de cerveza, en una de las mesas que la taberna había tenido que sacar para darse a basto. Su sonrisa era tan resplandeciente como la de todos, o quizá incluso más, pues él sí sabía a quien se debía todo eso, y la contemplaba con expresión de embeleso y gratitud-. ¿Aún tienes hambre? ¿Quieres más asado o pudín de calabaza?

-¿Eh? No, no es eso señor, yo...

-Comprendo. Quizás... ¿lo que quieres sea un poco de esto? -Tomando su mano con delicadeza y llevándosela a la cara para apretarla contra su mejilla, de pronto el demonio cambió su actitud relajada por una oscura y densa aura de seducción. Besó la palma de su mano, luego sus nudillos, y luego se llevó la punta de su dedo índice a la boca para chupar en jarabe dulce que se le había quedado pegado a la chica. La forma en que chupaba era tan lasciva que ella de inmediato recordó los otros lugares eróticos a los que les había dado el mismo trato, y se estremeció de placer mientras cerraba las piernas y trataba de que la humedad no se apoderara de sus interiores. Sí, también quería mucho más de eso. Sin embargo...

-No señor, ahora mismo no es eso lo que tenía en la cabeza. Verá... estoy preocupada en lo que respecta a la última parte de mi venganza.

-Oh sí -dijo él soltándola y volviendo a cambiar su actitud, que ahora se reflejaba en una sonrisa sanguinaria y ansias de cacería-. Si no mal recuerdo, el último bastardo al que hay que castigar es la persona que te acusó de brujería, ¿no? El hijo de perra que te quiso profanar, el amigo de aquellos cerdos y hermano del hipócrita.

-Pues... sí señor. Yo quería pedirle un favor.

-¿Hm? -dijo el rubio mientras daba otro trago a su tarro.

-Olvidémonos de él. -La impresión fue tan grande que el muchacho escupió toda la cerveza sobre la mesa y se puso a toser escandalosamente. Cuando terminaron de limpiar el desastre y guardaron un silencio prudente, el aura de él había cambiado, y ella se sintió intimidada por lo que veía: era la primera vez que Meliodas se veía molesto.

-¿Por qué? -susurró en un tono grave y amenazador-. Es el que provocó todo esto, ¿no? Fue el doctor que identificó en tu cuerpo la inexistente "marca del diablo", ¡dio testimonio de una sarta de imbecilidades que hicieron que te enviaran a la hoguera! ¿Y ahora pretendes perdonarlo? Por favor, ¿qué te hizo cambiar de opinión? -La joven reaccionó a aquel regaño clavando la mirada en su regazo, pero aquella muestra de culpabilidad lo único que hizo fue lograr que el rubio endureciera el gesto. La albina respiró una vez, luego dos, y al cabo, dijo lo siguiente.

La venganza de la Bruja - Especial de Halloween 2021Where stories live. Discover now