Fuera de la habitación, los seis científicos trabajaban con los dos videntes conectados a los sillones de realidad virtual. Tom y Shira se habían encargado de crear una situación para cada uno. Los otros cuatro se aseguraron de que cada pensamiento de los pequeños quedara registrado, de que sus emociones controlaran su visión; si se llegaban a sentir aterrados, el escenario cambiaría a uno que ellos mismos imaginarían, y lo mismo pasaría con cada emoción.

—Ausente de fase REM

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—Ausente de fase REM.

—Visión registrada. 534 dentro.

La identificación en el pecho de la mujer revelaba que su nombre era Deniska Lukyanenkov. Con su cabello blanco y lacio, ojos grandes y exageradamente celestes, piel pálida, pómulos marcados y labios carnosos, pintados de un rojo intenso, la onironauta llamaba la atención, y no intentaba cambiarlo.

Ignati Lukasheva, el psicoanalista, no se veía tan diferente. Sus ojos eran un poco más oscuros que los de ella, y parecían estar mirando a la nada constantemente; su cabello era rubio, al igual que su piel, y muy brillante; su mandíbula era filosa.

Los dos especialistas en sueños eran los encargados de vigilar las visiones de 534, el niño de los ojos azules. El chico de doce años representaba a Estados Unidos. Sus visiones eran las menos claras de los cuatro, ya que nunca daban datos precisos, pero él era el que más veía en menos tiempo; jamás tenía un sueño normal.

—Bienvenido a 5Vision, pequeño —declaró Deniska, inyectándole el Suero de Luz en la nuca, con una sonrisa de lado.

—Ambos vieron mar —comentó Ignati—. Tenemos que descubrir qué significa.

Su compañera chasqueó la lengua y rodó los ojos con sarcasmo.

—Presta atención, Lukasheva. Sueñan con el mar en una playa gris y solitaria, y con una chica. 454 pudo ver su rostro, mientras que 534 oyó su voz. El mar solo representa una emoción; lo importante es hallar a la niña —planteó ella.

—Será más fácil hallarla si logramos entender qué representa el mar en sus visiones, Lukyanenkov. —Hizo énfasis en el apellido—. Tenemos que conseguir Suero Azul, someterlos a una prueba donde deban enfrentar el mar.

—¿Quieres estudiar sus emociones o sus sueños, Ignati? —cuestionó ella, molesta—. La Alianza nos presiona, no podemos perder tiempo.

—Por eso debemos llamar a Shira y Tom cuanto antes —decretó Lukasheva—. Es lo correcto, créeme.

La rusa lo pensó un momento, mordió su labio inferior, jugó un poco con sus manos y volvió a rodar los ojos.

La Máquina de los Sueños - 1 Duología 5VisionWhere stories live. Discover now