c e r o

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Las gotas de lluvia resonaron en la ventana del taxi donde viajaba. Aquel aguacero parecía inagotable, que solo tenía como fin crecer y crecer. Aquel sonido constante y un poco tedioso provocaba inquietud en la muchacha pelirroja que se encontraba dentro del auto.

Mackenzie estaba de visita en aquella ciudad y tenía que ir a un hotel para establecerse.

El sujeto que manejaba se encontraba en completo silencio, la cara seria, quizá algo molesta le provocó inseguridad y le dejaba una extraña sensación de desconfianza. El hombre pareció notarlo, por lo que sin hacer mucho ruido le quitó el seguro a la puerta.

—Sus guantes son... llamativos —dijo el tipo en un intento de crear conversación y que aquel pesado silencio incomodo desapareciera.

Ella se miro las manos, que estaban cubiertas por un par de guantes de encaje que no cubrían completamente sus dedos, a ella le parecían bonitos, color negro. Los había visto en Internet y fueron parte de una compra compulsiva de la que nunca se arrepentiría.

—Gracias —respondió en un tono cortante.

Aunque la chica dio a entender que no quería seguir con la platica, el señor no se detuvo.

—Los jóvenes de hoy inventan cada ropa, a veces siento que visten como si fueran a protagonizar una película.

La chica lo miró a través del espejo retrovisor, los ojos azules de ella se encajaron con intolerancia a los de él.

—Viste como si fueras a morir hoy —le dijo la chica—, solo estamos tratando de vivir, experimentar y no quedarnos con las ganas de nada. También compré estos.

La chica sacó de su mochila unos guantes de piel sintética del mismo color que los anteriores y se los cambió, se miró las manos, gustosa de la imagen que producían.

—Ustedes se quieren comer el mundo entero, nosotros los viejos solo nos conformamos con un poco de dinero y algo de compañía.

—Hm.

La pelirroja se asomó a su celular y se dio cuenta de que su destino estaba cerca, su GPS lo indicaba. Así que creyó que era un buen momento para que el rabo verde la dejara en la primera esquina que viera porque se sentía cada vez más incómoda.

—Aquí puedes dejarme —dijo la pelirroja.

El taxista comenzó a bajar la velocidad, pero después la chica se dio cuenta de que no iba en el lugar correcto, también se percató de que el área turística se encontraba cada vez más lejos, el sujeto la observó a través del retrovisor con su lasciva mirada. Ella solo le respondió con una mirada que le gritaba "Viejo asqueroso" el poco camino siguiente que fue lento y silencioso.

El cielo comenzaba a oscurecerse, la pelirroja veía los autos pasar como si evitaran que la noche los alcanzara. Volvió a mirar al taxista y cuando vio que este hacía lo mismo con ella, sus sentidos se activaron con fiereza y le declararon los pensamientos de él, sus intenciones. Era una calle desolada, casi a oscuras, no pasaba mucha gente.

El taxista estaba solo, con una joven que no tenía idea de donde estaba ni a donde iba, claramente era una presa fácil y sobre todo atractiva.

El auto se detuvo.

—Maldita sea —susurró la chica cuando volvió a mirar al sujeto que se encontraba en la parte de enfrente, noto que en sus ojos sus pupilas estaban dilatadas y llenas de morbo.

Apretó las manos, sus dedos tronaron entre sí y el nerviosismo la invadió por completo, sintió que la falda que llevaba puesta mostraba demasiado, se sintió en un bosque, perdida e inocente como Caperucita Roja a punto de ser devorada por el jodido lobo.

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⏰ Last updated: Oct 25, 2021 ⏰

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Bad Girl It Never DiesWhere stories live. Discover now