voice

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Spencer siempre había sido alguien excepcionalmente listo, se le hacía difícil encajar, por lo que sentía que iba rebotando de aquí para allá, y le costaba identificarse con otros.

Las relaciones eran su punto débil, las relaciones y los deportes, pero supone que eso último era demasiado obvio con su aspecto de niño prodigio, correcto y arreglado. A simple vista parecía haberse vestido con ropas demasiado grandes y planchadas, daba la impresión de que las mangas de la camisa que llevaba ni siquiera rozaban sus brazos.

Era el conjunto de aquello, además de su torpeza en situaciones sociales, lo que le había dado muerte a sus posibilidades de tener una relación. Nadie quería un niño delgado, alargado y encorvado, con balbuceos y divagaciones y una falta de adecuación a ciertas situaciones, a su lado por un largo tiempo. Él mismo tampoco se había interesado demasiado en los otros que se le cruzaron en su camino.

Aunque claro, hubieron algunas excepciones a ello, hombres y mujeres atractivos e hipnotizantes que le atontaban y cortaban su respiración por segundos.

Spencer cree estar frente a una gran excepción en ese instante, en medio de un grupo de interesados en el análisis de conducta de criminales.

El hombre frente a él era algo intimidante, serio y seguro. Su expresión era una mezcla entre cansancio y determinación y, no tiene duda, podría hacerle temblar con solo dedicarle una mirada. Era alto y se notaba que, a diferencia de él, no se mantenía completamente alejado de la actividad física. Su pulcro traje solo lo dejaba en un escalón más alto, al igual que su desinterés por las personas que parecían alabar lo que predicaba.

Pero eso no era todo, claro que no. Todavía faltaba lo más importante, que hacía que el joven doctor mordiera su labio con nerviosismo y jugara con sus dedos para desviar sus pensamientos a ideas más coherentes. Porque su voz grave se quedaba haciendo eco en su cabeza, aún cuando estaba callado, y lo que decía, la forma en que lo hacía, solo podían hacerle desear escucharlo hablar por horas.

Aaron Hotchner era un hombre de palabras, claramente inteligente, que hacía que su mente lo deseara. Reid entendía que no se trataba solo de un deseo corporal, de estar debajo de ese gran cuerpo y ser tomado por esos fuertes brazos; iba algo más allá, rondando la satisfacción de oírlo hablar y la necesidad de escuchar un poco más, tantas cosas complejas con completa naturalidad, como si fueran su lengua y se tratase del clima, se convertían en su nueva melodía favorita.

En ese punto, no sabe si prefiere embriagarse del hombre frente a él o de sus palabras. Sigue con atención la conferencia, notando que su interés en el tema solo crece debido a quien lo expone.

Mantiene su bandolera de cuero sobre su regazo en todo momento y, una vez terminada la charla, se escurre entre las personas para salir rápido.  Sus piernas largas le ayudan a escapar mientras todos se acercan a saludar o felicitar a los profesionales.

Spencer acomoda su cabello luego de frotar las palmas de sus manos en su pantalón marrón claro, más por un tic que por estar realmente húmedas. Sus manos vuelven a la correa de su bolso y se quedan allí mientras camina hacia el elevador, presiona el botón para llamarlo y espera impaciente.

Siente la presencia de alguien a su lado y voltea soltando un débil saludo, cuando se percata de quién se trataba voltea de nuevo y mirándolo murmura—Esa fue una gran charla.

El castaño le sonrió de forma casi imperceptible antes de contestar—Bueno, espero que lo haya sido, porque sirve de reclutamiento.

—En ese caso, creo que deberían haber enviado a alguien menos intimidante.—habla sin pensar devolviendo su vista al frente y frotando sus nudillos en la parte inferior de su mentón.

—Yo no suelo darlas, soy una especie de reemplazo.—responde ignorando el tono del otro, ligeramente especulativo y pensativo, adentrándose en el ascensor que acababa de abrir sus puertas.—¿Qué piso?

A Reid le lleva unos segundos reaccionar, dándose cuenta de lo tonto que debe haber parecido al llamar el elevador y luego no subirse cuando este llegó. La pregunta le hace entrar y acomodarse a un lado del mayor, se siente un poco nervioso al responder—Oh, uhm, el primero.

Ve como el hombre estira su brazo y presiona sin importancia, cree ver al compañero del otro acercarse y hacerle una seña para que detenga el elevador pero, si el castaño lo ignora, él no debe intervenir.

—¿Interesado en unirte al FBI?—pregunta luego de hacerle detestar el silencio incómodo, más aún si el silencio significa no escuchar su voz.

—Sí, no sé si encajaría. Es el jefe de la Unidad de Análisis de Conducta y debe haber perfilado a más sujetos que se parecen a mí, que trabajado con ellos.—responde enganchando sus dedos entre sí, aún se siente intimidado.

—Creeme que también hay bastantes ignotos que se parecen a mí.—consuela y Spencer aprecia dentro de su cabeza que, sin importar lo que diga, su voz es profunda y penetrante.

—De todos modos, el examen físico sería imposible.—razona en una extraña mueca, para después agregar como incómodo—Disparar un arma.

—Podría ayudarte con eso.—habla con una sonrisa algo más que amable. Le da vueltas a esa simple frase y se siente derretirse de algún modo.

Imaginar otras situaciones en las que podría decir exactamente lo mismo es su perdición.

—Es muy amable, agente Hotchner.—declara con una pequeña sonrisa y alzando sus cejas, le gusta pronunciar el apellido del otro.

—No sé tu nombre pero tú sabes el mío, debe ser injusto.—comenta casual y en un tono algo ligero. Las rodillas de Reid se rozan cuando mueve sus piernas nervioso.

—Spencer Reid.—determina girando si cuerpo para quedar frente al otro y extender su mano. Se arrepiente al sentirse nuevamente intimidado, pero intimidado de aquella manera que le hacía querer suspirar o exhalar fuertemente. Lleva su mano a acomodar su revuelto cabello antes de volverla a ofrecer—Doctor Spencer Reid.

El mayor intenta que su cara no delate la sorpresa y lo consigue, ciertamente, cuando el castaño claro no se ve en la necesidad de aclarar cómo es que terminó sus estudios tan rápido.

—Química, Ingeniería y Matemática.—agrega con su vista al frente, relamiendo sus labios aún nervioso.

—¿Solo eso?—pregunta sarcástico sin malas intenciones.

—También tengo una licenciatura en psicología y sociología.—responde volteando a verlo, sus palabras parecen sinceras y provocan una sonrisa en el otro.

—Eres una cosa impresionante, Doctor Reid.—afirma justo cuando las puertas se abren, lo que solo puede significar que era momento de decir adiós—Nos vemos.

Spencer sale junto al mayor, algo decepcionado de que eso sea todo—Sí, tenga un gran día.

Aaron le dedica una pequeña sonrisa antes de voltear y caminar alejándose.

El chico se queda parado viendo su espalda y pensando en lo bien que se veía desde cualquier ángulo—¡Agente Hotchner!—llama y tiene que repetirlo mientras se acerca para detenerlo—¿Podría, quizás, darme un recorrido por la unidad?

El más alto vuelve a sonreír, lo cual era extraño en él, y teme que al chico se le haga costumbre sacarle sonrisas—¿Y si mejor te invito a cenar?

Los ojos de Reid se abren sin disimulo y muerde su labio inferior—Oh, sí, seguro. Eso también funciona para mí.

Luego de darle su número al otro y acordar los detalles de su cita, Spencer decide que definitivamente Aaron Hotchner era una gran excepción y que debía ir a todas las charlas que diera.

Su voz no abandonaría su cabeza hasta semanas después de ese encuentro y, de todos modos, le gustaría que tuviera un efecto permanente y quedase grabada en su mente.

Voice | hotchreidWhere stories live. Discover now