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He llegado diez minutos antes de lo acordado al parque

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He llegado diez minutos antes de lo acordado al parque.

Linda en cambio, llegó puntual como la elegancia.

Nos hemos saludo sólo con una rápida sonrisa y ya me he embarcado junto a ella en el autobús. Ambos vivimos a cuarenta minutos exactos de nuestros colegios y salvo porque Linda a veces se permite recostarse en mi hombro, cualquiera pensaría que somos hermanos.

La rutina es la misma desde que entramos a la secundaria, y debimos ir a distintos colegios. Como es natural Linda entró a uno de selección y yo a uno con orientación en ventas. Mi madre no confiaba en que fuese capaz de ingresar a la universidad, así que me pidió que postulara a un colegio técnico que pudiese asegurarme trabajo en cuanto cumpliera mayoría de edad.

Cuando ya nos encontramos en nuestros respectivos asientos, Linda recoge un mechón de su cabello tras la oreja, y yo me quedo prendado a la silueta de su cuello como el idiota que soy.

—¿Qué miras?

Carajo.

Mi corazón palpita y siento que soy capaz de hacer cualquier cosa para que sea feliz.

—Nada, pensaba en clases.

Ella me mira como si no diera crédito a mis palabras.

El bus se pone en marcha y el parque ahora, se vuelve parte de una tacha difusa.

—¿Desde cuando eres tan estudioso? —se burla de mí.

Estoy tratando de lucir relajado, aunque Linda me sigue mirando con ojos de curiosidad y reproche que me fascinan.

No estoy seguro, cuándo comenzó esta broma entre nosotros, pero Linda lleva ya un buen tiempo insinuando que no pongo tanta atención a los libros como debería.

A veces, le respondo que sus libros son una tontería, otras veces le hago insinuaciones que ella finiquita con una sonrisa, pero hay días en que me agota pensar en que debería concentrarme de verdad en mis estudios.

No soy millonario. Todo lo que tendré en la vida dependerá de mi esfuerzo y el doble de trabajo. Así que hoy me permito ser honesto.

—Desde que tu estás en cuarto medio y yo en tercero —me quejo.

Aunque no lo diga, me enfada no haber logrado pasar al siguiente año académico.

Linda me mira por primera vez en días, como si mereciera su atención.

—Eres raro, Gad —musita, pero luego deposita la mirada en la ventana, como si no quisiera perseverar en la conversación.

Me encojo de hombros con algo de desdén. Sí, supongo que así es.

Desde lo que pasó el año pasado, estoy acostumbrado a que Linda diga que no hago las cosas como los demás, pero supongo es parte de lo negativo que regala conocer a alguien desde los tres años.

Una bufanda cobija una emoción agradableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora