39. Abrazos impares

Magsimula sa umpisa
                                    

– Luisi, no te lo tomes como algo personal, ya conoces a Amelia y no le gusta molestar con sus cosas.

– Pero es que no molesta, que parece que no lo entiende.

No sabía cómo explicarle a su hermana que Amelia debería habérselo contado a ella sin revelar su relación, pero es que nadie parecía entender que para Luisita, el bienestar de la ojimiel siempre sería una prioridad. No estaba enfadada con Amelia porque sabía que no era porque no confiara en ella, que aquello no tenía nada que ver con la confianza, sino con sentirse vulnerable, porque Amelia no se permitía sentirse así nunca.

–Ya lo sé, pero tienes que entender que Amelia es una chica fuerte e independiente porque la soledad le ha enseñado a valerse por si misma y no necesitar a nadie.

–Pero es que ya no está sola... – murmuró.

María sonrió porque su hermana seguía siendo aquella niña que quería proteger a Amelia de su monstruo, porque no sólo era con la ojimiel, sino que Luisita se desvivía por cualquiera que necesitara ayuda, al igual que lo seguía haciendo en la asociación.

–Lo sabe, sé que Amelia sabe que toda nuestra familia la apoya para lo que necesite, pero créeme que ella puede con esto. Mira, si te consuela, esta mañana cuando le he preguntado por cómo se encontraba me ha dicho que estaba bien, que se tomaría el día de descanso y se quedaría en casa, así que no te preocupes porque seguro que esta con su guitarra en su habitación y poco más.

– Pues no, María, no me consuela porque ahora sé que está sola en casa y seguro que está tocando música triste.

–¿Pues no querías que exteriorizara sus sentimientos? Si tocar canciones tristes le sirve para desahogarse, está bien. No todo el mundo saca sus emociones con palabras.

Luisita la miró sabiendo que tenía razón, que la prioridad era que Amelia sacara la tristeza de dentro y que lo hiciera con su propio método, pero no podía evitar sentir esa necesidad de querer consolarla.

María vio como su hermana seguía con la misma o peor cara de preocupación, y la conocía, sabía que no iba a dejar estar en tema. Suspiró, sabiendo cual era la única solución para acabar aquel nerviosismo.

–Anda, vete a casa. Pero de verdad, Luisi, no la agobies, si no quiere hablar no puedes obligarla.

Luisita se quitó rápidamente el mandil mientras asentía enérgicamente y le dejó un beso en la mejilla a su hermana como agradecimiento antes de salir corriendo en busca de Amelia.

Y tal y cómo habían predicho ambas hermanas, en cuanto Luisita abrió la puerta del apartamento, se escuchó el sonido de una guitarra proveniente de la habitación de Amelia. Luisita caminó hasta ella y cuando llegó a la puerta del dormitorio, vio cómo la ojimiel estaba en la cama con las piernas cruzadas trasteando la guitarra y supo que no podía interrumpirla, porque parecía que Amelia intentaba encontrar las palabras para sacar la tristeza de aquel día.





Saber que duele trae que duela más
Tanto que lloro y lloro tanto
Lloro de verdad sin lágrimas
Cómo quieres que ahora me haga el fuerte
Si por hacer no sé ni hacerme muy bien a la idea
De que no estás

Recuérdame que en otra vida sea relojero
Y ponga a funcionar el minutero marcha atrás
Hasta el día que vi tu partida
Para decirte a donde vayas que algo en mí se queda
Que no se irá

Un refugio en ti (#1)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon