—Mi nombre es Barin Chambers. Soy su médico, Zhào —expuso con paciencia.

Zhào lo miró a los ojos, lo analizaba. Chambers no podía ver su rostro completo porque se lo cubría con su cabello negro, pero tampoco parecía querer hacerlo. Sabía que el pequeño lo observaba, pero no hacía nada. No aparentaba estar nervioso, quizá era un psicópata, pero ¿no lo eran todos allí? Él mismo, Zhào, había llegado a considerarse uno… y no es que pensara que ser un psicópata es lo malo, solo hay que saber usar esa diferencia, como todas las demás. El problema es que la mayoría de los psicópatas no saben hacerlo.

—Llévame con los demás, Chambers —ordenó.

Su personalidad era lógica, actuaba de esa manera. No sabía en qué país estaba, qué tan lejos de la civilización, y luego de aquella tortura recordaba muy poco los rostros de su familia. Si el viejo lo sacaba del edificio, 5Vision lo buscaría, lo encontraría antes de que pudiera escapar del país. Sin plan no se iría.

Chambers se enderezó y sonrió. La respuesta lo había sorprendido, decididamente no comprendía a los adolescentes.

—No parece que tenga la misma visión que los de la Alianza, Zhào. Usted no quiere formar parte de este proyecto, tampoco le importan los demás niños —declaró, dejando en claro que había estado analizando el comportamiento del muchacho—. ¿Puedo saber el motivo de su decisión?

—Es porque no confío en usted.

—Entonces hace muy bien —manifestó Chambers mientras tomaba una enorme aguja de inyección en sus manos—. No confíe en nadie, señor Zhào —advirtió y le inyectó un líquido morado en la nuca.

Su cuerpo se paralizó. Cada centímetro de músculo estaba inmóvil. La desesperación no tardó en llegar, era como una pesadilla, acababa de despertar de un coma y ya lo torturaban de nuevo.

—¡Tranquilo, señor Zhào! Solo es protocolo —aclaró Barin.
El doctor levantó el cuerpo del niño de la camilla y lo sentó en una silla flotante. Zhào no era para nada pesado, parecía más ligero que una pluma, por eso era sorprendente que hubiera logrado sobrevivir al Corral y que estuviera completamente lúcido después de un coma de tres meses. El pequeño era más fuerte de lo que cualquiera podría imaginar.

Salieron de la habitación, no había ningún guardia fuera de ella. En el pasillo estuvieron solamente ellos dos durante unos cuantos metros. Todo el edificio lucía igual, pasillos grises con puertas de vez en cuando.

—En este sector no hay guardias ni cámaras, Zhào —explicó Chambers, dando a entender que sería fácil esconderse ahí—. No sé la razón.

Finalmente, unos guardias aparecieron. Caminaban con una coordinación impecable y vestían trajes grises y brillantes, lo que lucía ridículo para Zhào y gracioso para Barin. Escoltaban a cuatro científicos que llevaban camillas con un niño dormido en cada una. Ninguno dijo nada.

—A Abe se le ocurrió eso. Son niños videntes, según afirma —dijo Chambers una vez que se alejaron un poco.

Fudo Abe era el presidente de Japón. El presidente que los padres de Zhào habían votado, el mismo que había iniciado todo. Siempre lucía un traje elegante brillante de color marrón y, a simple vista, parecía el hombre más bondadoso del mundo. Todos lo reconocían como a un hombre de extremo ingenio y pensamiento progresista.

Llegaron a la habitación donde Zhào había despertado tres meses atrás, el laboratorio de los prodigios. Chambers enseñó su identificación, a pesar de que todos lo conocían, y los guardias abrieron la puerta. Los demás niños estaban sentados en ronda, escribiendo en teclados de proyección, con un enorme sistema de cableado en sus cabezas, no parecían estar conscientes del exterior.

La Máquina de los Sueños - 1 Duología 5VisionWhere stories live. Discover now