[Parte única]

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Y de un momento a otro, la sonrisa en su rostro se había esfumado, igual como se desvanece la luz del sol detrás de las montañas.

Se mordió el labio, que comenzaba a temblarle, mientras su cuerpo se estremecía delante de mí.

Una solitaria lágrima se asomó para proceder a recorrer la redondez de su mejilla, y acabar su camino deformada sobre mi pulgar. Extendí la pequeña gota por el borde de su mandíbula hasta hacerla desaparecer, y así ésta dejaba de correr.

Pero, así como se escapó esa lágrima inquieta, pronto le siguieron muchas otras. Muchas de las cuales me era imposible retener.

"Estoy cansada" – me soltó de pronto, con la respiración entrecortada y la voz temblorosa – "estoy cansada de... Todo"

Y entonces, yo no sabía a lo que se refería.

¿Se había cansado de mí? ¿De sus problemas? ¿Acaso se había cansado de la vida universitaria y el estrés que conllevaba? Honestamente, me preocupaba más la primera opción.

Ante cualquier otra cosa, yo podría ayudarla a sostener la carga. Pero si de mí se trataba, entonces me sentiría completamente inútil. Inútil y... Deshecho.

"Me cansé de la vida... Y de vivirla" – confesó, y comprendí entonces que se trataba de todo lo anterior.

Éramos muy jóvenes. La gente diría que alguien con tan corta edad era incapaz de "estar cansado de la vida", sin embargo, lo estábamos.

La incapacidad de encontrar motivos para salir de la cama cada mañana, el vacío significado del desgaste diario, la vaga y algo falsa relación social establecida casi por la fuerza con nuestros pares, el poco interés en llevar a cabo el cumplimiento de necesidades básicas, como lo es comer o bañarse... Vivir con tanto desgano ciertamente no es vivir.

Pero así estamos, de todos modos, sacando adelante una vida que no estamos realmente viviendo.

"¿Tú no estás cansado?" – mis ojos se abrieron ante la interrogante, y por toda respuesta mi mentón tembló y mis ojos se nublaron.

¿No estaba cansado yo también? Aquel montón de sensaciones y sentimientos desganados y muertos, ¿Era cansancio también?

Sus manos encontraron las mías, y la revelación me golpeó y sacudió la mente, desequilibrándome más de lo que creí que lo haría.

Yo estaba cansado, ella también, todos lo estábamos, pero no me había atrevido a admitirlo hasta ahora.

Quise decirle que no se preocupara, que todo estaba bien, que saldríamos de ésta, que todo acabaría y encontraríamos las fuerzas que nos faltaban para salir adelante, juntos.

Sin embargo, apenas abrí mi boca, las palabras se deshicieron y mi voz se quebró completamente.

Aquello que había pensado, ¿Realmente lo sentía? ¿O acaso era sólo una excusa que buscaba hacerla sentir mejor por medio de una mentira?

Mi amago de sonrisa no logró convencerla, mucho menos porque luego de ella, mi garganta se comprimió y las lágrimas me provocaron un ardor en las mejillas.

Me pareció sentir que la lastimé de algún modo, pues momentos después se lanzó a mi pecho, y oculta en él, comenzó a llorar, desconsolada.

Tampoco me contuve. Su llanto me rompió, la abracé y, con mi mentón reposando sobre su suave cabellera, dejé que las lágrimas escaparan de mis ojos, como si ellas fueran las habitantes de un lugar que se derrumbaba y consumía precipitadamente, y necesitaran huir de mí para salvarse y vivir.

Vivir.

¿Realmente estábamos viviendo? ¿O simplemente nos levantábamos cada día para cumplir las expectativas y deseos de otros? ¿Podía aquello llamarse vivir?

No dormíamos, el café se empeñaba en mantenernos despiertos para conseguir cumplir con las exigencias impuestas por la sociedad, que buscaba convertir y encasillar nuestras almas libres en alguna categoría en donde nos pudieran manejar y mantener a raya a su antojo.

Controlados como marionetas por un sistema que sólo oprime nuestros deseos, y que corta las alas de aquellos que se atreven a volar para mirar más allá de lo permitido.

Obligados a pintar al mundo de gris, porque los colores están mal vistos o "no combinan".

¿Hay alguna necesidad? La naturaleza está llena de colores, muchos de ellos ni siquiera combinan, y pese a ello, siguen siendo hermosos. Pero el ser humano se empeñaba en mantener todo gris así no hay distinción alguna, y todo se mantiene a raya.

Y allí estábamos nosotros, jóvenes y "cansados". Justo a la mitad del proceso de pintado.

Nos estábamos pintando poco a poco de gris, para poder encajar con la maldita sociedad.

Para encajar, sin embargo, nadie nacía gris. Éramos una infinita gama de colores combinados y descombinados que manchaba todo a su paso. Y al crecer, venían los adultos a volver todo grisáceo.

En eso nos estábamos convirtiendo.

Cuando dejé de llorar y la miré a los ojos, pude comprenderlo mejor.

Ella estaba cansada, ella estaba "gris". Pero el azul de sus ojos y el rosado de sus mejillas aún resistía. Podría jurar que su pecho seguía pintado de rojo. ¿Pero el resto? Todo gris.

Conmigo pasaba igual, sólo que no tenía claro qué tan gris me había vuelto yo.

Y de allí viene la baja valoración a la salud mental.

"No estás cansada, estás gris, y el gris es lo normal".

Sí, claro, la depresión es normal, las crisis de angustia son normales, incluso las crisis de pánico y los trastornos alimentarios, de sueño y de conducta. Todo aquello es normal para un alma gris.

Y nos volvíamos inevitablemente grises.

¿Cómo detenerlo?

¿Cómo explicarle a una sociedad gris, que su sistema está mal y lo realmente saludable es colorido y no estandarizado?

De ahí la expresión de que "los jóvenes están locos, son libertinos y no entienden de normas". Pues claro, es su propia lucha por no volverse grises.

Pero el paso del tiempo te obliga a mancharte, a entintarte y acabar gris. Cansado. Deshecho.

Estábamos cansados de la vida gris.

Y probablemente, el cansancio nos pintaría de gris más rápido de lo que esperábamos...

Fin.

GrisWhere stories live. Discover now