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Samantha levantó la mirada y asintió lentamente, se apoyó en la pared y se levantó, Steve le cogió la mano y la envolvió en una toalla –Tranquila, ya pasó –murmuró asegurándose de que la chica estaba cubierta por la toalla, Samantha lo miró unos segundos y asintió, Steve la frotó unos segundos, le quitó la camiseta mojada y los pantalones cortos para ponerle una camiseta que le estaba grande y la cogió en brazos. Samantha parecía no reaccionar apenas ante aquello, Steve sabía que necesitaba dormir y descansar por lo que no le dio demasiada importancia. La llevó hasta la cama y la dejó en su lado, le dio un beso en la frente y Samantha le obligó a tumbarse con ella, se acurrucó junto a ella y se quedó dormido.

En cambio Samantha no había sido capaz de coger el sueño, solo se había dormido una vez y había tenido una pesadilla por lo que era mejor estar despierta hasta que su cuerpo estuviera tan cansado que dormir fuera su única opción para sobrevivir. Por experiencias pasadas sabía que podía aguantar despierta hasta tres días con comida y bebida, aunque le costaría bastante. Se acordó de que el gobernador había disuelto el equipo al completo y se levantó sin hacer ruido alguno y cogió su teléfono móvil para indagar en todos sus contactos.

-Señor, soy la Teniente Keirthman quería pedirle un favor, ¿podría disuadir, con sus medios de general del ejército, a un gobernador para proteger a los civiles de una ciudad? –preguntó en voz bastante bajita, al recibir una afirmación por respuesta sonrió –Bien, el gobernador de Hawaii ha acabado con el 5.0, haga que vuelva aunque sea sin mi presencia en el equipo –fue lo último que dijo después de que su general le asegurara que iba a mover algunos hilos. Al darse la vuelta se encontró con un Steve medio dormido apoyado en la pared de la puerta de la habitación, Samantha lo miró -¿Desde cuándo llevas escuchando? –preguntó suspirando –Desde civiles de una ciudad, no estoy y no estamos de acuerdo en que estés fuera del equipo, que te quede clarito – espetó estirando su mano para que la chica la agarrara, Samantha se mordió el labio inferior y caminó hasta cogerla, rozarle le proporcionaba una calma que nadie era capaz de darle.

Steve tiró de ella hasta al cama y la rodeó de nuevo –Duérmete, venga –le pidió acariciando su brazo y bajando las caricias al abdomen de la chica para relajarla, en principio parece que funcionó porque Samantha se estaba quedando dormida poco a poco pero un estruendo cruzó la habitación, un rayo, eso provocó que Samantha diera un pequeño bote y Steve comenzó a reír –¿Miedo a los truenos? Eso es nuevo –dijo divertido mientras se reía en su oreja, Samantha frunció el ceño y gruñó por lo bajo –Aparta – se quejó empujándole hacia un lado, Steve sonrió y la pegó a él -¿Qué me aparte? ¿Quieres que me quite? ¿Segura? –preguntó rodeándola –Sí, porque eres un capullo- trató de separarse pero Steve se lo impidió, le mordió el labio inferior y Samantha dejó de luchar internándose en un largo y precioso beso. –Venga, duérmete o sino me voy a dormir al sofá –murmuró Steve dejando un beso en su frente –Sí señor... -murmuró acomodándose de nuevo en su cama y al poco tiempo de recibir caricias por el brazo el sueño pudo con ella.

Cuando se despertó la mañana siguiente Steve no estaba, se habría ido al cuartel, ella solo podía trabajar en la base, de nuevo estaba en el ejército al cien por cien, se levantó para arreglar los trámites, no se iba a ir de Hawaii, aunque tampoco quería trabajar en el ejército en ese momento. Miró su reloj y marcó el número de su padre –Hola papá, soy Sammy... ¿Podrías mover algunos hilos para conseguirme un trabajo en la base de Hawaii? No quiero volver a Georgia, necesito un tiempo para desconectar –pidió mordiéndose el labio inferior –Claro cielo, pásate mañana por la base y te dirán qué hacer –dijo antes de preguntar cómo se encontraba, Samantha dio largas y acabó colgando el teléfono con rapidez.

Estaba limpiando su casa entera cuando su teléfono sonó, era el número que Steve usaba en el trabajo, no el personal, lo cual le pareció raro, raro de narices porque nunca había recibido una llamada de ese número sin estar en el trabajo -¿Sí? –preguntó alzando las cejas – Hablo con... ¿Florecita gruñona? –preguntó con confusión –Solo una persona me llama o me ha llamado así Steve, corta el rollo –espetó frunciendo el ceño -¿Samantha? –preguntó alarmado –Sí, soy Samantha, ¿qué pasa? ¿Estás con Liam? –preguntó rascándose la nuca, no le había perdonado por haberla "secuestrado" o al menos por haber sido secuestrada por su culpa, pero habían estado trabajando juntos en África y habían retomado algo de amistad.

Último disparo (Steve Mcgarrett)Where stories live. Discover now