Capítulo 4

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Steve se levantó del sofá y evitó que se cayera al suelo cogiéndola por la cintura –Al notar que eres más cabezota que yo te he echado unos calmantes en la taza de té, tendrás que disculparme, pero sino no ibas a dormir –comentó Steve cogiéndola en brazos. Samantha ya no sabía ni lo que hacía ni lo que decía así que pasó un brazo por su cuello y dejó que la subiera a la habitación y la dejara en la cama –Te dejo descansar tranquila –le dijo Steve con una voz muy baja y grave, voz que hacía que Samantha se sintiera subida y le cogió del brazo negando –Quédate, por favor – le pidió casi suplicante sin agarrar a penas la muñeca de Steve. Steve dio media vuelta y se sentó a su lado esperando a que se quedara dormida para poder irse él a dormir, o a intentarlo al menos las pesadillas no dejaban de acudir a su cabeza. De repente Samantha se empezó a reír sin motivo alguno lo que hizo que Steve saliera de sus pensamientos y la mirara alzando una ceja -¿Qué te hace tanta gracia? – preguntó con una sonrisa en los labios.

Samantha continuó con su risa de niña pequeña y se la tapó con las manos para serenarse –No deberías haberme dado calmantes, las pastillas en general me sientan muy mal – comentó entre risas intentando no reírse más y Steve suspiró –Genial... - comentó esperando a que se le pasara el ataque de risa, era como si se hubiera bebido el mueble-bar entero y se le estuviera subiendo a la cabeza. Samantha no solía tomar calmantes para el dolor y tomar uno le afectaba demasiado. Se abrazó a Steve apoyando la cabeza en su hombro, lo cual le pilló totalmente por sorpresa pero la dejó porque parecía que escuchar sus latidos la había tranquilizado y no se reía –Te suena el corazón muy rápido, hace bom, bom bom, bom, bom bom – imitaba Samantha entre risas, Steve se llevó una mano a la cara y rezó para que se quedara dormida o se relajara. Unos minutos pasaron y la chica parecía relajada, hasta parecía que se había quedado dormida pero no porque comenzó a hablar -¿Sabes qué? Esa chica debe de ser muy idiota para dejarte –comentó sin saber lo que decía, no diría eso ni borracha.

-Bueno, hemos pasado por muchas cosas, realmente la entiendo, no soy una persona fácil de llevar y... Atraigo el peligro como la miel a las moscas, ¿sabes? –preguntó mirándola, la chica había levantado la cabeza para mirarle a los ojos –Sí, creo que empiezo a darme cuenta, las dos veces que he pisado la calle me ha pasado algo y siempre estabas tú –dijo mientras reía y apoyaba la cabeza en el pecho del chico, realmente no se daba cuenta de lo que estaba haciendo, su cerebro funcionaba solo y ella no era capaz de controlarlo poco a poco inconscientemente se estaba acercando a los labios de Steve, el cual no se apartaba ni se movía. Se había perdido totalmente en la mirada de Samantha. –No creo que quieras hacer esto, Samantha – susurró casi rozando sus labios. Samantha negó –No, no quiero, pero a veces la gente hace las cosas sin pensar –musitó sellando aquello con un beso, algo intenso pero suave, algo que no se iba al lado salvaje, algo que parecía hasta puro. Cuando Steve fue consciente de lo que estaba haciendo le rodeó la cintura y dio la vuelta para quedar encima de ella y se separó –Duerme, por favor –le pidió pegando su frente a la de ella y se levantó dejándola en la habitación. Samantha no tuvo que hacer demasiado esfuerzo para quedarse dormida.

Se despertó por la luz que entraba y estaba tapada, se llevó una mano a la cabeza –Uf... -dijo incorporándose y no viendo a Steve, al final se había ido – Dios, ¿qué hice? ¿Qué hice? ¿Qué diablos hice? Le besaste eso hiciste Sam, le besaste- se respondía a ella misma pero por puro nerviosismo se llevó las manos a la cabeza y suspiró levantándose de la cama con suavidad, para no marearse. Fue caminando hasta las escaleras y comenzó a bajarlas lentamente hasta escuchar su teléfono móvil –Vale, te oigo pero no sé dónde estás –dijo con forme llegaba al salón, buscó su bolsa y cuando la encontró se sentó en el suelo para buscar el móvil, era Danny -¿Danny? –preguntó desconcertada – Hola Samantha, no consigo localizar a Steve y sé que te quedaste en su casa, ¿podrías comentarle que tenemos un caso? – Samantha apuntó la dirección y colgó el teléfono buscando por la casa a Mcgarrett, no lo encontró por ningún sitio y salió al patio trasero. Allí estaba, sentado en una silla mirando la playa con la mirada perdida.

Último disparo (Steve Mcgarrett)Where stories live. Discover now