33. Es mucho lío

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Su voz era una mezcla entre vergüenza y advertencia, y Luisita no quería presionarla, sólo quería hacerle saber que la ayudaría. Ahora y siempre.

– Pero es que ese es el caso, no tienes que hacerlo. No estás sola, Amelia, ya no y si necesitas algo, lo que sea, aquí estoy.

- Lo sé y gracias, pero no necesito ir a terapia porque estoy bien. – su tono fue realmente duro, así que Luisita simplemente se dio cuenta de que tenía que dejarlo estar.

En cierto modo, no se lo reprochaba, Amelia se había pasado toda su vida aprendiendo a que sólo se necesitaba a sí misma y era normal que eso no la dejara apoyarse en los demás, porque eso significaba que, si dejabas que parte de tu peso lo llevara otra persona y el día de mañana te faltaba, te derrumbarías.

– Bueno.

Luisita se giró hacia la estantería para ordenar algunos libros y, justo antes de darse la vuelta, Amelia pudo ver en aquellos ojos marrones la tristeza que le habían producido sus palabras. Había sido demasiado dura con la respuesta pero no había podido evitarlo, era un sistema de defensa que llevaba demasiados años levantando. Chasqueó la lengua al darse cuenta de su actitud y cómo afectaba a la rubia porque Luisita no se merecía aquello cuando lo único que hacía era preocuparse por ella, así que dejó lo que estaba haciendo y se acercó hasta ella hasta posicionarse tras su espalda.

– Ey, pitufa. – Amelia posó su mano delicadamente sobre su hombro para hacerla girar y cuando volvió a ver aquella preocupación y cariño en esos ojos, su corazón dio un vuelco obligándola inmediatamente a relajar su actitud. – Lo siento, no quería sonar tan borde. Sé que tu trabajo es fundamental para muchas personas y sobre todo para esos niños, pero es que yo ya no soy una niña. Soy consciente de que puede que me queden asuntos por resolver, pero puedo sola, no necesito terapia.

Y lo peor de todo, es que Luisita pudo ver en sus ojos miel que de verdad creía lo que decía, que realmente creía que no necesitaba a nadie, que ella podía sola con todo, como siempre. Pero el problema es que Amelia no entendía que eso ya no tenía porqué ser así.

– Vale, si es lo que sientes, está bien. Pero quiero que sepas que conmigo puedes hablar de lo que quieras y que no tienes que volver a pedir perdón por llorar. Estoy aquí Amelia.

– Lo sé y lo siento.

Siempre se había sentido culpable de la necesidad de la rubia por protegerla, porque sentía que no debía de ser así, que nadie tenía porqué preocuparse por ella, porque la preocupación es un mal sentimiento y ella sólo quería hacer feliz a quien la rodeaba.

– No lo sientas, porque es donde quiero estar.

Y sin poder evitarlo, su mirada se fue hacia los labios de Amelia. Madre mía. Hacía años que no los miraba de esa manera, con ese deseo sobrecogedor de querer lanzarse a ellos y atraparlo entre sus dientes. Quería besarla y no sólo en los labios, y quería dejar asomar su lengua y no sólo dentro de su boca. Quería enseñarle a base de placer todo lo que había aprendido en su ausencia y demostrarle que era con ella con quien quería seguir disfrutando de su día a día. Luisita se había tirado media vida embobada ante aquellos labios carnosos y, a pesar de haberlos probado ya, no había sido suficiente. Por supuesto que no lo era, ella quería volver a unirlos a los suyos hasta fundirlos, ella quería mucho más.

Sin darse cuenta, se mordió el labio inferior ante aquella fantasía que eran los labios de Amelia, y la morena no pudo evitar que sus ojos fueran hacia los labios de Luisita y también se quedara mirándolos, por mucho que llevara un rato intentando evitarlo porque desde que había notado que Luisita miraba los suyos, la ojimiel estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para no bajar la vista. Pero lo hizo, y ambas miraban sus labios con el mayor de los anhelos.

Un refugio en ti (#1)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang