𝟮𝟭. ❛ YA OYERON A LOS CAPITANES. ❜

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June presiente que algo más viene con aquella palabrería. Siempre tenía que arrojar un monólogo antes de decirle algo.

—Cualquier ser vivo de la galaxia no sabría lo que eres al verte. Pero, para mí, eso es lo que hace todo tan maravilloso —la mujer enreda uno de sus mechones sobre su dedo—. Si hubieras estado en Tierra toda tu vida, jamás habrías conocido la luz en tu interior. De nada sirve ser celestial si no tienes a quien te guíe. Tienes suerte.

Ahí estaba otra vez, esa palabra que June detestaba tanto. Tenía una maestra, tenía un techo y usualmente podía estar alimentada. Eso debía ser el paraíso, no había importancia en haber destruido su alma. Simplemente, el poder y el control lo eran todo.

—Algún día será tu deber proteger este lugar. Sólo tú lo puedes hacer. Y necesito que mi más valiosa posesión, entienda que lo es.

En esos días, la realidad de las cosas, lo único que deseaba, era morir antes de que Aryda tuviera la oportunidad de ponerla en ese trono platinado que detestaba mirar. Sabía que, la muerte era un mejor destino que someter a alguien como esa mujer lo habría hecho con ella.

June sólo tenía quince años, y deseaba, con más fuerza de que su cuerpo podía canalizar, desaparecer.

Los ojos de la castaña se abren de golpe, con una dulce melodía sonando desde su teléfono. Lo primero en su cabeza, después de molestarse con su cerebro por esas continuas memorias disfrazadas de sueños, fue que debía cambiar ese ringtone de Taylor Swift antes de que alguien más lo escuchara. Pues a diferencia de lo que la joven decía, ella no tenía veintidós.

Frunció el ceño, evidentemente molesta por la interrupción de su descanso, pues había tardado un poco conciliando el sueño después de cuestionarse por un largo rato si su pregunta había incomodado a Steve. Sin embargo, consideró que no tenía sentido continuar dando vueltas en su cama si, de cualquier forma, ya hablaría al día siguiente con él.

Al alzar el teléfono, típicamente, se encontró con la responsable. También logró mirar la hora y supo que se vengaría de alguien que la despertaba a las siete de la mañana, porque siempre era la misma mujer.

—Romanoff, son las seis y media de la mañana. ¿No te bastó con acabarnos la botella de vino anoche?

Y será de madrugada para cuando vayamos al otro lado del mundo —le anuncia.

—No. Quiero vacaciones —expresa, volviendo a cerrar los ojos.

Ah, pero tengo donas y café —finge tristeza—. Llego en veinte minutos. Iremos por Rogers.

La castaña bufó.

Son glaseadas —persuade.

—Bien. Estaré lista.

La conversación termina con rapidez. Steve seguramente estaba corriendo desde antes de que amaneciera, como June creía, era anormal. Ninguno de los dos necesitaba correr todos los días para ser increíblemente fuerte, pero June tenía la teoría de que, antes del suero, Steve no resistía demasiada presión física, y ahora era el mejor. Era un hombre humilde, tal vez le gustaba pensar que se mantendría si lo hacía, pero había sobrevivido congelado décadas y continuaba siendo exactamente igual. Era por eso que llamaba anormal a ese hábito.

Sin pensarlo mucho, la castaña se pone de pie para comenzar con un día más, no sabía de qué se trataba, pero seguramente tendría que usar los puños para su trabajo. No tardó en darse un rápido baño, y vestirse, ya que no tenía mucho más tiempo y Natasha traía donas, simplemente salió del edificio cuando los veinte minutos pasaron.

HOLY REVIVAL  ✵  STEVE ROGERSWhere stories live. Discover now