JohnWoo

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                                                            Eres justo el que me faltaba

Cuando tenía diez años, su madre consiguió un nuevo trabajo, era de empleada doméstica en la casa de una familia adinerada, como no tenía con quién dejarlo para que lo cuide, Jungwoo debía acompañarla y quedarse quietito en la cocina.

No era algo difícil de cumplir, a menudo llevaba sus cuadernos para hacer sus tareas y algún libro para colorear, podía pasarse horas pintando. Desde pequeño sabía que tenían una vida complicada, su madre era una beta amable y trabajadora, pero su padre era un tiro al aire, su madre lo decía todo el tiempo, ella ni siquiera se atrevía a dejarlo con él en la casa porque temía que se fuera a algún lado y lo dejara solo.

Él era el único omega en su familia, así que por un lado su madre siempre lo sobreprotegía, tal vez porque había visto muchas novelas en donde los omegas eran robados por redes de trata y sus familias nunca volvían a verlos, Jungwoo no tenía mucha idea.

Solo tenía diez años, pero sabía que era peligroso que lo dejaran solo.

—iré a limpiar los baños y termino por hoy, Jungwoo, quédate aquí ¿sí? —Su madre le avisó, antes de volver a irse.

Jungwoo asintió y se quedó allí, balanceando sus piernas mientras pintaba su cuaderno, hoy era día de cobro y el omega amaba cuando su mamá tenía dinero, porque al regresar a casa ella paraba en un puesto callejero y comían algo delicioso sin contarle a su padre, era su pequeño secreto y Jungwoo era muy feliz con ese momento del mes.

Mientras pintaba estrellas, un chico alto entró a la cocina, él lo miró sorprendido y Jungwoo también, el chico llevaba un uniforme escolar que constaba de una camisa, corbata y saco, y pantalones cortos negros, tenía el cabello rizado y de color negro.

—¿quién eres? —él preguntó curioso.

Jungwoo tuvo miedo, le miró asustado, agarrando sus lápices de colores—Jungwoo—susurró.

—pero ¿de quién eres hijo? —el chico fue hasta la heladera y sacó dos postres, los ojitos del omega brillaron, había visto de esos postres en el supermercado, pero nunca había probado uno, eran muy caros.

—de mi madre—dijo en voz bajita, tímido.

El chico rio, mirándolo con gracia—¿y quién es tu madre?

Jungwoo parpadeo repetidas veces, avergonzado—Minah.

—¡oh! ¡eres el hijo de la señora de la limpieza! ¿cierto? —él se acercó y se sentó alrededor de la mesa, dándole uno de los postres—come, comeré uno antes de que mis lecciones empiecen.

El omega miró con ojitos brillantes el postre, pero negó con la cabeza—no puedo, mi mamá dice que no tengo que tocar nada.

—lo sé, pero te estoy invitando, si tu madre dice algo, le diré que yo te lo di—el chico tenía ojos claros, Jungwoo miró fijamente sus ojos y volvió a negar con la cabeza.

—no lo comeré.

—bueno, lo dejaré aquí y puedes comerlo cuando me vaya o puedes llevártelo, por cierto, mi nombre es Johnny—el chico sonrió y Jungwoo continuó mirándolo fijamente, parecía un príncipe como de los que salían en las películas que miraba con su madre—¿cuántos años tienes? Yo cumpliré trece el mes que viene.

—cumpliré once el mes que viene—susurró, pestañeando repetidamente.

—oh, nos llevamos poquitos años—Johnny devoró su postre y dejó la cuchara en la bacha, debatiendo en qué cesto tirar el pote, parecía no diferenciar entre reciclables y no reciclables, así que lo dejó en la mesa, encogiendo los hombros—adiós, Jungwoo, mi profesor de piano ya debe estar aquí.

ESPECIALESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora