Capítulo 1

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Les dejo el cap de hoy. Y como siempre, comenten, pongan una estrellita si les gusta y regresen por más. Y si no pueden esperar, el siguiente capítulo en mi blog.

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Varias semanas antes....

Golpeé un par de veces en el marco de la puerta antes de entrar. Siempre avisaba a la señora Benett de la misma manera de que iba a entrar. Y siempre ella alzaba la vista de lo que tuviese entre manos para saludarme. Era una bonita rutina. Yo me aseguraba de que ella se encontraba bien, charlábamos un poco y después regresaba a mis tareas en aquella minúscula oficina que ocupaba. Y ella se reía un poco con las anécdotas familiares que compartíamos. Y sí, he dicho compartíamos porque ella había trabajado en un circo la mayor parte de su vida, pero mi familia tampoco era aburrida.

Pero estaba vez no encontré sus ojillos risueños buscándome. Su cabeza estaba apoyada de mala manera sobre la libreta de sudokus que le había traído hacía dos semanas. Llevo el bastante tiempo trabajando en esta residencia para distinguir entre un abuelo vencido por el sueño, y otro que ha sufrido una pérdida de consciencia.

—¡Petra! —grité mientras corría hacia ella.

Instintivamente mis dedos fueron directos a su cuello para tomarle el pulso. Me costó encontrarlo, pero estaba allí, débil. Por fortuna o por desgracia, sé muy bien lo que hay que hacer en estos casos, y la práctica me ha llevado a mantener la calma. Cogí el teléfono y llamé a una ambulancia. Trabajar en una residencia de ancianos te obliga a tener ese tipo de números grabados en la agenda de contactos.

No me quedé quieta esperando a que llegase la ambulancia, salí al pasillo y empecé a gritar pidiendo ayuda. En cuanto alguien asomó por el pasillo y me vio, regresé a la habitación para empezar con las maniobras. Primer paso, colocar al paciente en una postura que facilitase su respiración. Mover yo sola un peso muerto como lo era Petra podría haber acabado con ella cayendo al suelo sin que yo pudiese hacer gran cosa para evitarlo. Se suponía que hay que ayudar al paciente, no empeorar su situación.

—¿Cómo te ayudo? —Teresa entró en la habitación dispuesta a ayudar.

—Tómala por las piernas mientras yo lo hago por las axilas. Tenemos que tumbarla en el suelo. —Lo sé, la cama es más cómoda, pero no se trata de que el paciente esté cómodo, sino de facilitarle la respiración.

Así que la recostamos en el suelo y la posicionamos en la postura de seguridad, es decir, de medio lado, con una pierna elevada para hacer de tope y las vías respiratorias despejadas.

—Avisa a recepción de que llegará una ambulancia a buscarla. —Teresa asintió, se acercó deprisa al intercomunicador de la habitación y dio el aviso.

Toqué la frente de Petra, sui piel estaba más fría de lo normal. Me levanté y aferré la colcha de la cama para cubrirla. Conservar el calor es importante, sobre todo para una persona mayor de su edad. Los ancianos eran personas muy delicadas, y más si habían pasado los 90 como lo había hecho ella.

—Tranquila Petra, me quedaré contigo todo lo que necesites. —Esa era la petición que solía hacerme esas veces que se sentía sola. Cuando terminaba mi turno solía pasar por su habitación para despedirme, y había ocasiones en que empezábamos a charlar y no nos dábamos cuenta de la hora. La ayudaba a meterse en la cama, pero ella siempre me pedía que me quedase un ratito más, hasta que se durmiera. Sé que no era por miedo a que le pasara algo, sino que le ayudaba a dormir el tener compañía. La muerte de su marido hacía 6 años la había entristecido más de lo que quería reconocer. La soledad es una mala compañera, sobre todo cuando uno llega a estas edades. Por eso hay muchos ancianos a los que les regalan mascotas. Dan trabajo, pero les obligan a preocuparse de alguien, a mantenerse activos, a salir de casa para cubrir sus necesidades, y sobre todo, tienen a alguien que les acompaña.

Mucha gente dice que es triste llegar a viejo, yo pienso que lo triste es quedarse solo. La abuela Lupe siempre estuvo acompañada por la familia, y ella nunca estuvo triste.

El ruido de la camilla siendo arrastrada por el pasillo nos avisó de que la ayuda ya estaba llegando. Aparté el pelo del rostro de Petra y le susurré.

—Ya están aquí.

Me aparté a un lado para dejar que los profesionales hiciesen su trabajo. Respondí a sus preguntas mientras no perdía detalle de sus movimientos: comprobar constantes, tomar una vía, pasarla a la camilla, y después ponerse en marcha hacia el hospital. Mientras pasamos por recepción grité para que supieran que iba a abandonar mi puesto.

—Voy con ella al hospital. —La recepcionista asintió conforme. No necesitaba su permiso, pero sí que tenía que dejar constancia de que me ausentaba cumpliendo mis obligaciones, aunque Petra era mucho más que una residente, ella era mi amiga. Y si eso no fuese suficiente, le había prometido a su nieta que cuidaría de ella.

Su nieta. ¿Debería avisar a la señora Bowman de que su abuela estaba mal? No quería preocuparla, los sustos con la gente mayor eran frecuentes. Además, si debía informarla al menos necesitaba decirle qué era lo que ocurría, y en ese momento apenas sabía lo que le ocurría.

Una hora después estaba esperando en el pasillo a que algún médico saliese a decirme cómo se encontraba. En cuanto vi la bata blanca acercándose hacia mí empecé a temblar, odio cuando esto pasa porque las noticias no suelen ser buenas.

—¿Familiar de Petra Bennett?

—He venido con ella en la ambulancia, Petra es una residente del centro en el que trabajo. —Eso debería servir. Si no hay un familiar, siempre se puede contar con alguien de la residencia. A los médicos les da igual quién sea, siempre y cuando no necesiten una autorización expresa para realizar algún tipo de intervención o algo parecido.

—Las analíticas no son buenas. Vamos a tenerla en observación unas horas a ver qué tal responde a la medicación.

—¿Puedo pasar a verla?

—Nos falta hacer una última prueba y revisar los resultados, pero seguramente la traslademos a la zona de observación en cuanto quede una cama libre, entonces sí podrá ir con ella.

—¿Cuándo será eso? —Lo primero que uno aprende cuando llevas a un paciente a las urgencias de un hospital es que todo aquí va despacio. El único que corre es el reloj, haciendo que la espera sea una tortura para los pacientes y acompañantes.

—Yo en su caso comunicaría con los familiares mientras espera. Puede que tardemos una hora en acomodarla en la zona de observación. —Si el médico decía que una hora, probablemente fuese más.

—Lo haré, gracias. —Miré mi reloj para calcular el tiempo que tenía. En una hora me daba tiempo a ir a "Jardines dorados" a recoger mi coche y regresar. No podía dejar a Petra allí sola. ¿Y si despertaba y no veía a alguien conocido junto a ella? Lo que le faltaba a la pobre, estar en un hospital rodeada de aparatos médicos, sintiéndose mal y con desconocidos que ni siquiera se quedasen a su lado en ese momento.

Metí la mano en el bolsillo para sacar mi teléfono y llamar a su familia, aunque... mejor esperar a que esa última prueba estuviese hecha. Si me iba a buscar el coche en ese momento seguramente estaría de vuelta cuando estuviese listo el resultado, y el médico lo hubiese estudiado, claro. Solo tenía que coger un taxi y... Genial, no había cogido el bolso y no tenía dinero ni tarjetas. Por supuesto, solo fui a hacer mi visita de rutina a Petra, no cogí mi bolso. ¿Y que haces cuando estás atascado donde no quieres estar y solo tienes un teléfono? Exacto, recurres a la familia, porque ellos siempre estás dispuestos a ayudarte. ¿y a quién llamar? Pues a la única persona a la que no le haría un gran trastorno en ese momento; a mi prima Gabi.

—Hola Bianca.

—Siento molestarte, pero necesito tu ayuda.

—¿Qué necesitas? —Y eso era lo que había dicho, la familia siempre está dispuesta a ayudarte.

—¿Podrías recogerme en el Mercy Hospital para acercarme hasta la residencia?

—Claro que sí. ¿Estás bien?

—Si, yo sí, es... Vine con uno de los residentes al hospital, y necesito ir a la residencia a coger mi coche y algunas de mis cosas.

—En dos minutos salgo para allá, lo que tardo en ponerme los zapatos y coger las llaves del coche. —Bien, primer problema resuelto, ahora me quedaban otros dos: cómo justificar mi ausencia de "Jardines dorados", y cómo contarle la situación a la nieta de la señora Bennett.

Bianca - Legacy 9Donde viven las historias. Descúbrelo ahora