~*~

CAMILA LOCKWOOD

Mis manos pasan de nuevo por la bandana roja como si de alguna manera pudiera tocarla a ella. Estoy sentada en mi habitación escuchando las risas de mi hermano, Nathalie y algunos amigos de Lauren que acabo de conocer. Dinah, una de las productoras más reconocidas del momento, algunos maestros de Juilliard muy agradables.

Camino al espejo y me coloco la bandana dejando mi cabello suelto y mis argollas brillan ante la suave luz de la mesa de noche. Mis ojos se enfocan en la mesa donde descansa un pequeño osito doctor que Lauren compró para mí. Veo mi rostro en el espejo y respiro hondo tratando de calmar mi corazón. Mis manos tiemblan al tomar el teléfono y ver una foto de ambas como fondo de pantalla. La foto que veo cada día como si observarla hiciera falta para que Lauren no deje mis pensamientos.

Sé lo que está pasando, y aunque he luchado contra lo que siento es imposible pararlo. Lo supe desde el día que nos conocimos porque hubiera deseado que jamás tuviera que irse esa noche. Desde ese momento supe que era todo diferente. Ahora, dos semanas después es imposible que siga negando lo inevitable.

La verdad es que estoy loca por ella. Estoy a un paso de enamorarme y me aterra. No puedo evitarlo aunque lo intente. No puedo sacarla de mi mente y he caído en el cliché más antiguo en el libro de las lesbianas. Me he fijado en una mujer que jamás podrá ser mía, no porque sea heterosexual, sino porque simplemente no la conocí primero.

—¿Cami? —escucho la puerta abrirse y mi corazón se detiene al verla—. Nathalie me dijo que estabas aquí.

—Llegaste antes—es lo único que puedo decir mientras me acerco a ella tratando de mantener la sonrisa. ¿Siempre ha sido así de hermosa? Puedo jurar que cada día que pasa se pone mucho más linda.

—No había mucho tráfico—ella me sonríe mostrando esos hoyuelos de ensueño y me siento claustrofóbica en mi propia habitación—. Tu hermano me dijo que iba a guardar el tiramisú en la refrigeradora—eso me hace sonreír.

—Tendremos suerte si nos deja el recipiente—ella me sonríe y eso basta para que mi corazón se acelere y mi mente racional tome un descanso.

Me acerco a ella y tomo sus manos separándolas un poco de su cuerpo para absorber su belleza. Mis ojos recorren cada parte de su cuerpo y no puedo disimular mi admiración y mi deseo. Ella lo sabe. Ella tiene que saberlo porque al verla a los ojos puedo notar su pequeño sonrojo.

—Te ves hermosa—mi voz es más ronca de lo normal pero no puedo evitarlo. Estoy loca por ella. Total y absolutamente loca.

—Es solo un jeans y una blusa roja—yo uno mis manos entrelazo mis manos con las de ella.

—No necesitas nada más para ser la mujer más hermosa que he visto en mi vida, Lauren Marchetti—ella me observa con sus ojos llenos de tristeza y me sorprende abrazándome fuertemente la siento tensa, y sé que necesita una amiga.

Yo suspiro llenándome de su olor y la abrazo tan fuerte como puedo enterrando mi rostro en su cuello y cerrando mis ojos. Estor perdida y lo acepto. Prefiero perderme una y otra vez en ella que sentirme segura en mi soledad.

—¿Estas bien, hermosa? —le pregunto suavemente al oído y ella me besa la mejilla. Tenemos dos semanas de conocernos pero hemos pasado casi cada día juntas, y cuando no lo estamos, nos llenamos de mensajes. Nos hemos vuelto afectivas entre nosotras.

—Caleb tiene la facilidad de saber cuándo arruinar un buen momento—me dice y yo simplemente acaricio su espalda de arriba abajo sintiendo como su cuerpo empieza a relajarse.

—Tengo tu vino favorito en hielo—ella suelta una pequeña risita y me gano otro beso en la mejilla—. Nadie puede arruinar un buen momento si tú no dejas que pase. Nuestro amigos están aquí, hermosa. Disfrutemos de esta noche—yo me separo de ella para verla a los ojos y no puedo detener mi mano de tomar un mechón de su cabello y ponerlo atrás de su oreja.

The GuardianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora