Capitulo 3

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Aria

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Aria

Veo hacia los lados de la enorme biblioteca cuando salgo por uno de sus interminables pasillos y camino hacia una de las mesas. Me remuevo incómoda en mi asiento a causa del vestido, el ajustado corsé es molesto a la hora de sentarse y no importa cuánto tiempo pase nunca voy acostumbrarme a usarlo. La tela del vestido me pica en la zona de los brazos y el encaje que decora las abultadas mangas no ayuda mucho con ello.

Sé que suena algo desagradecido, pero odio esto. Los Evgeni me abrieron las puertas de su hogar cuando todo me fue arrebatado, cuando no tenía otra opción y siempre les voy a estar agradecida por ello, de no haber sido así, jamás habría conocido a mis amigos... pero de verdad que el hecho de no poder elegir mi vestimenta me pone furiosa. Por años ha sido así y he sabido acostumbrarme, pero en días como hoy –cuando mi humor no es el mejor de todos- solo quiero hacer trizas estos estúpidos vestidos voluminosos y de colores chillones. El naranja ni siquiera es un color que me siente bien.

Busco distracción en los libros frente a mí, pero terminan siendo de muy poca ayuda. Con solo ver el titulo me dan ganas de golpearme con él en la cabeza hasta caer desmayada. Otra molesta manía del Rey Tristan: asignarme como tarea del día la historia de cada uno de los reinos existentes en la tierra de Rilyka, estudiar sus riquezas, su cultura y en algunos casos, su idioma. Es una tarea que me gusta y me beneficia demasiado, pero llega a ser bastante cansina cuando lo llevas haciendo desde hace casi once años.

Al menos que haya aparecido un nuevo reino desde la nada misma, no hay nada en estos libros que no sepa; desde que el reino de Tuneca paga muy bien la importación y exportación de piedras preciosas, ya que su mayor comercio es el de las joyas –creo que en este momento estoy usando una de ellas-, o también que en Meira suelen tener los mejores puertos pesqueros, incluso he aprendido los dos idiomas que se hablan en el reino de Kalma. Y podría seguir con los siete reinos en nuestras tierras, gracias al cielo que no me ha obligado a investigar sobre los que hay cruzando el océano.

Hasta me asignaron la tarea de estudiar las tierras mágicas, las del norte y las del este, aunque a decir verdad, esas las estudié por curiosidad propia. Fallon me ayudo con algunas de ellas, en especial con el libro de los dragones de las montañas dormidas, aunque las personas afirman que solo son un mito.

El punto es que no hay nada que no sepa de estos libros. Solo hay uno que jamás me obligaron a leer y en parte lo agradezco.

El Reino de Smaragd.

El más problemático de todos... el culpable de que yo esté aquí.

Mis manos tiemblan y las aprieto en un puño para contenerme, respiro hondo intentando llevar mis pensamientos hacia otra parte, los recuerdos a veces son débiles, otras no tanto, se sienten como estar atrapada entre una pared y una gran columna de fuego que no hace más que acercarse lentamente hacia mi y amenazar con quemarme en la más dolorosa agonía. Siento un cosquilleo recorrer mis brazos y froto mis manos en un intento de entrar en razón. Cuento mis respiraciones de la manera que la Reina Fiona me enseñó a hacerlo las primeras semanas que pase aquí adentro, esas semanas en las que el dolor era algo nuevo en mi vida, semanas en las que la perdida me asfixiaba hasta no dejarme respirar. En ese entonces no dejaba que nadie se me acercara, pero la señora Fiona fue la única capaz de lograrlo.

El Reino de las MentirasWhere stories live. Discover now