^•° Un Último cliente °•^

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— A ver seño, ¿me está diciendo que vino a prestar mis servicios solo porque el viejo maraco de su esposo le es infiel?.— inquiere cruzándose de brazos.

Manuel no se lo creía. Se supone que él trabaja seriamente, con personas "serias", no con mujeres despechadas.

— Por favor, ese tipo me ha hecho demasiado daño, el muy hijo de puta me golpeaba a mí y a nuestras hijas. Es un mal nacido, se lo ruego. Le pagaré bie...

— ¿Cuánto si se puede saber?.— interrumpe apresurado.

Hablarle de dinero a José Manuel Gonzales Rodriguez es como abrir un frasco de miel en un basural. Las moscas ni cortas ni perezosas dejaran todo para probar de ese néctar.

— Lo único que tengo es el título de mi casa. La utilizaba y aún utilizó como sitio de alquiler. No pude venderla después de casarme, así que como el dinero era fundamental por mi esposo.... Mi esposo no trabajaba.— comenta con voz apagada.— Por eso, necesitaba el dinero para mis niñas. Así decidí alquilar las habitaciones de ese sitio, yo vivía en otro lugar y el negocio fue próspero.

Y bueno, hasta el día de hoy lo sigo rentando a unos jovencitos.

Me va a dar pena dejarlos en la calle, pero esa casa es lo único que me queda y sinceramente yo no deseo continuar más en este país.

— Lamento su situación.— miente.

— Te-tengo los papeles y quizá no sea la gran cosa, pero está en buenas condiciones, es muy buen terreno el que le ofrezco.— afirma con voz suplicante.

— ¿Qué pasa si me mientes?.— habla frunciendo el ceño. Ambos orbes le brillan como si de un felino se tratase, dandole un aspecto tétrico a su ser.

La oscuridad en donde "servidor y empleador" se hallan sumidos le va muy bien.

Manuel no necesita de focos o reflectores en su "consultorio".

— Le, le digo la verdad.— balbucea la mujer.— Si miento pues...

— Mataré a tus hijas, lo tengo.

— ¿Ah?.— suelta en un suspiro que se lleva su alma.

— Que las voy a matar. A menos que también me estés mintiendo y no tengas hijas. Bueno, de lo contrario me haré cargo de ti por mi propia cuenta.

— N-no, no diga esas cosas. Me da miedo, pare por favor.

— Elegiste venir a mi. Las mentiras no son de mi agrado, ¿te gustaría que te mientan?.

— Mi esposo me engañaba, sé lo que se siente.

— No es lo mismo ese tipo de engaño, mas no me interesa hacerte cambiar de opinión. Deja tu pago.— dice con voz grave, cambiando totalmente el tema del que hablaban.— Se ve que eres buena persona, pero más te vale que ese terreno sea bueno. Estoy harto de la madriguera que es esta cosa.— expresó haciendo ademanes y expresiones faciales referentes al tema.

Estaban a oscuras, así que no se notó para nada.

— Tenga.— de su bolso saca unos papeles y algunas fotografías para que su ahora empleado, vea que tan buena es la oferta.

Están a oscuras, pero a Manuel poco le importa. Él puede ver en la oscuridad, algo bueno hace siquiera.

— Se ven bien.

Sus acaramelados ojos brillan y se enfocan en ella, ella tiene tanto miedo que parece estar por mearse encima del bonito vestido floreado que trae.

— Espérame. Haré algo pero quédate ahí sentada.

La señora asiente y se aferra a la silla que le sostiene.

NahualWhere stories live. Discover now