Capítulo XVI

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El día del sepelio de mis hermanos fue probablemente el peor de mi vida. En el muelle estaban reunidos todos nuestros amigos, parientes y conocidos. Todos de luto guardando un solemne silencio, incluso el cielo parecía a punto de llorar como nosotros y el mar se veía de un gris oscuro por el reflejo de las nubes negras. Ese gris me recordó los ojos de Bastien y desee por un momento que él estuviera hoy a mi lado. El sacerdote recitaba el sermón y pedía por la paz de las almas de mis hermanos.

La campana de la catedral sonó y el sermón terminó. Las ofrendas florales que mi padre había mandado hacer fueron lanzadas al mar junto con las flores que llevaron los allí presentes. Miré de reojo a mi padre y se veía más viejo que la última vez que lo vi, los ojos se le veían vidriosos y la aflicción parecía una bandera en su cara.

«Él los quería»

No me dirigió la palabra desde que llegué y Desdémona se disculpó por él alegando que el dolor lo tenía demasiado turbado. Su indiferencia no me dolió y en el fondo una parte de mi sospechaba que él me culpaba por lo ocurrido aunque no tuviera pruebas para culparme. Nunca me quiso y ahora tenía la convicción de que me odiaba. Yo sabía que era mi culpa, si no hubiera sido tan egoísta y hubiera desechado el plan de Casio nada de esto hubiera pasado. Él estaría vivo, las gemelas y Abby también.

Después de la ceremonia todos repararon en mí y tuve que contarles la historia de como estaba viva. Algunas de mis antiguas amigas me dieron el pésame y me preguntaron como me iba en mi matrimonio. En realidad no tenía ninguna amiga cercana como sabía que tarde o temprano me iría lejos no quería apegarme mucho a nada ni a nadie para sufrir menos cuando me fuera.
En casa habían preparado un banquete fúnebre y eso significaba la casa llena de gente dando pésame. Ya me sentía lo bastante culpable como para soportar un montón de gente recordandomelo.

Miré el anillo y sentí deseos de darle tres vueltas para regresar al castillo con él, era el único que me entendía. La idea se fue tan pronto como llegó y Desdémona no se merecía semejante desaire de mi parte.

«Una noche más Lyra» pensé y suspiré.

—Vámonos a casa—dijo mi madrastra al ver que la multitud se disipaba.

—Creo que daré una vuelta. Necesito tomar aire—respondí en tono cansado.

—Te entiendo, no quieres regresar a una casa llena de extraños que fingen sentir tu perdida—dijo colocando su mano en mi hombro mirando a las personas que se retiraban.

—Muchos de ellos querían a las chicas y a Casio—dije con la intención de consolarla.

—Pero a ellos no les dolerá para siempre—respondió con voz quebrada—Te veré en casa.

Se marchó en silencio y respiré al darme cuenta de que estaba sola. La vista que me ofrecía el mar me parecía demasiado triste así que abandoné el muelle y caminé sin rumbo por las calles. Necesitaba pensar y tener un tiempo a solas.
Las calles por las que había pasado tantas veces me parecían extrañas y este ya no era mi hogar. Pasaba por la estrecha calle de la biblioteca pública y no pude evitar pensar en Bastien. Aquí los libros estaban en orden y quizá podría encontrar alguna información sobre el castillo y su pasado.

Iba a cruzar la calle cuando unas manos fuertes me agarraron y cubrieron mi boca arrastrándome al interior de un oscuro callejón. Me retorcí en los brazos de mi captor pero no me soltaba.

—Shh—me susurró el desconocido al oído—Estate quieta no voy a hacerte daño.

Dejé de retorcerme para no hacerlo enfadar. Si iba armado y lo hacía enfadar podría acabar conmigo en ese instante.

Belleza OscuraWhere stories live. Discover now