Capítulo XI

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Escogí un vestido azul celeste de cuello alto y mangas largas. Luego bajé a desayunar pero para mi sorpresa él no me estaba esperándome así que llamé a Lucian y le pregunté donde estaba su señor.

—Está en su estudio.

—Puedes llevarme o mi llave sirve para llegar hasta allá.

—No se si el señor os tiene permitido el acceso a esa parte de la casa así que os llevaré.

—Está bien, dadme unos minutos para terminar mi desayuno.

Cuando llegamos al estudio Bastien estaba sentado en el escritorio sellando una carta. Iba con un abrigo negro con botones dorados y los mechones de pelo se le escapaban sobre la frente. Al vernos levantó la vista y se peinó con los dedos.

—Justo estaba por llamarte—dijo refiriéndose a Lucian—Toma, encargate de esto—le tendió la carta y Lucian la tomó hizo una reverencia y se fue.

Luego me miró sonriendo, chasqueó los dedos y apareció una silla frente al escritorio e hizo un ademán para indicarme que tomase asiento.

—¿A que debo el honor de tu presencia tan temprano?

—Ayer me dijiste que hoy comenzaríamos a buscar una forma de liberarte del trato.

—Lo sé, pero espero que seas consciente de que las probabilidades son escasas.

— No me importa, si hay una posibilidad por muy pequeña que sea estoy dispuesta a arriesgarme por ella.

—Entonces no me queda más remedio que apoyarte en tu empresa.—dijo juntando las manos sobre el escritorio— Si tenéis alguna idea en mente os escucho.

—Estuve pensando y creo que sé por donde podemos comenzar. Antes tengo que haceros una pregunta.— él arqueó la ceja expectante—¿Que edad tenéis?

—¡Vaya esa si no me la esperaba!—dijo como si la pregunta le divirtiera —Debo tener unos 220 años más o menos pero ¿Qué tiene eso que ver con nuestra búsqueda?

—Necesitaba ese dato para saber por donde empezar. Este lugar parece antiguo y si estas aquí es probable que este fuera tu hogar. Como toda edificación vieja tiene que tener una historia o alguna documentación sobre sus habitantes.—expliqué y él escuchaba atentamente—¿Hay alguna biblioteca en el castillo?

—Si la hay. —dijo poniéndose de pié y comenzó a caminar de un lado a otro con las manos en la espalda—Yo mismo intenté buscar ahí alguna respuesta pero fue inútil. No puedo tocar los libros sin salir con la mano llena de ampollas.

—Pero yo no soy tú. Tal vez yo si pueda tocarlos.

—Tendríamos que probar—se detuvo y frotó su barbilla pensativo—Pero después no me eches la culpa cuando se te quemen las manos.

—Vallamos ahora mismo no hay tiempo que perder—me levanté con entusiasmo y fui a la puerta pero recordé que no tenía ni idea de donde estaba la biblioteca—¿Podríais mostrarme el camino a la biblioteca?

—Eso mismo iba a sugerir—dijo sonriendo mientras caminaba hacía mi.

Puso su mano en el pomo de la puerta lo giró y cuando la abrió no estaba el pasillo. La puerta se abrió directamente a la biblioteca.

—Me pregunto si algún día estas cosas dejarán de sorprenderme—comenté viendo la sonrisa de satisfacción en sus labios ante mi reacción.

—Después de ti—dijo haciéndose a un lado.

Entré y él siguió mis pasos. Me quedé maravillada al ver la inmensidad del lugar. Era más grande que la biblioteca pública de mi pueblo. Las paredes estaban cubiertas por estanterías inmensas que parecían no tener fin. Había cuatro mesas con dos candelabros cada una y ocho ventanas del tamaño de una puerta para brindar suficiente luz. Pero enseguida mi admiración se fue al suelo, me tomaría toda una eternidad encontrar lo que buscaba aquí y no quería pasarme la vida encerrada en este lugar. Suspiré y fui al estante más cercano. Iba a sacar un libro pero Bastien me tomó la mano antes de que tocase el libro y me miró con preocupación.

—Si no probamos nunca lo sabremos. Estoy segura de que no me pasará nada.—dije soltándome suavemente—Además siempre podrás curarme como lo has hecho antes.

—Está bien—se cruzó de brazos—Aquí estoy para ser tu enfermera si te pasa algo.

Sonreí ante su comentario y toqué el libro pero no sentí nada raro. Lo saqué y lo sacudí frente a él. Pareció sorprendido al principio pero luego puso cara de aburrimiento.

—Veis, os dije que no pasaba nada.

—Si ya veo. Daré un baile en tu honor por sacar un libro del estante.—dijo con poco interés torciendo los ojos.

—Deberíais aceptar que no podéis tener siempre la razón en vez de molestaros.

— No estoy molesto.—dijo en tono infantil

—Entonces vamos a sentarnos a ver que encontramos.

Me senté en una de las mesas y el se colocó detrás de mi con la mano en el espaldar. Abrí el libro con temor pero para mi sorpresa no pasó nada raro ni me cayó un rayo encima. Comencé a leer pero aunque conocía las letras no entendía ni una palabra.

—¿Que pasa?—preguntó Bastien

—Está escrito en un idioma que no conozco.

—¿Estas segura de que sabes leer?

—Por supuesto que se leer.—dije indignada— Mi padre se encargó de que mi hermanas y yo tuviéramos las mejores institutrices.

— No era mi intención ofenderte—se inclinó sobre mi y le escuché hablar cerca de mi oído— Pero lo extraño aquí es que yo si puedo leer lo que dice.

—¿Como? Estoy segura de que conozco las letras pero no puedo leer lo que dice.

—Tal vez sea una especie de dialecto del mismo idioma.

—Pero eso no explica porqué lo entiendes.

—Quizás esa era la lengua que se hablaba hace 200 años.

—Podría ser —dije encogiéndome de hombros—Entonces ¿Que es lo que dice?—señalé el texto.

Se inclinó aun más y cuando terminó de leer la página soltó una carcajada

—¿Qué es tan gracioso?

—Es un libro de cuentos.—respondió reprimiendo la risa

—¿Enserio?

—Sí y no creo que un montón de historias para niños nos ayuden.

Pasamos el resto del día revisando  los demás libros sin encontrar nada útil. Yo podía tocar los libros pero no podía leerlos y él no podía ni tocarlos pero los entendía. Todo en mi vida parecía una ironía. Al final del día estuve lo bastante cansada y frustrada como para protestar cuando Bastien llegó a mi habitación y comenzó a apaga las velas. Me vire de lado y casi me había dormido cuando lo sentí meterse en la cama.

—Lyra—dijo él y mi nombre sonaba extranjero en sus labios. Era la primera vez que lo usaba para referirse a mi.

—¿Qué?—pregunté con los ojos cerrados

—Estaba pensando en nosotros y nuestro matrimonio—sus palabras me quitaron el sueño y me puse boca arriba mirando la oscuridad.

—Será mejor que elijas muy bien tus próximas palabras—dije entre dientes.

— No es nada malo—dijo en tono divertido—Solo estaba pensando que deberías llamarme "mi amado señor"

Le di un codazo en el costado.

—¡Auch! Sólo era una sugerencia. Nunca dije que tuvieras que hacerlo.

—La próxima vez que me despertéis para hablar tonterías os irá peor.—refunfuñé y le di la espalda.

—Lyra

— No voy a decirte "mi amado señor". Déjame dormir—le dije y lo escuché reírse.

—No es eso. Sólo quería darte las gracias por querer ayudarme después de todos los malentendidos que ha habido entre nosotros.

Quería decirle que no me agradeciera que sólo lo hacía porque mi libertad dependía de la suya pero no lo hice.

—De nada—fue lo único que respondí—Ahora duermase y déjeme en paz.

—Buenas noches—fue lo último que dijo y lo imaginé sonriendo en la oscuridad.

Belleza OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora