1. Ana

2 0 0
                                    

Mudarse pareció muy buena idea en ese momento, el departamento en que había habitado desde hace años, subió de precio súbitamente después de un cambio de dueño, además el departamento era demasiado grande para ella y la hacía sentirse más solitaria de lo que en realidad era. Venia de una familia grande, bulliciosa y metiche a la que amaba, cambiarse de ciudad lejos de ellos fue difícil, suponía que esta segunda mudanza le resultaría más fácil, y quizás lo era desde lo emocional, pero todavía no había encontrado un lugar que le entusiasmara alquilar.

El ultimo sitio en realidad parecía una escena de crimen antigua, los anteriores habían sido demasiado grandes o pequeños, el único que más o menos le gusto tenía una dueña religiosa que básicamente le prohibió llevar hombres al departamento, casi largo una risotada ante esto, antes de darse cuenta que hablaba en serio. Si supiera, pensó y decidió no pisar nunca más ese lugar.

Ahora iría a ver su última esperanza, antes de tener que renovar el contrato. La ubicación era buena, había un parque, escuelas, gimnasios y bares cerca. Toco el portero y una agradable voz femenina respondió. El ascensor funcionaba, no había olores raros. Llego al quinto C y toco la puerta, una hermosa mujer que casi la deja sin aliento atendió con una sonrisa, el pelo negro y ondulado enmarcaba un hermoso rostro con ojos verdes, tardo un momento en responder, el delay debió parecer chistoso pero la mujer no dijo nada, siguió mirándola con esa hermosa sonrisa.

Hola, soy Ana – dijo algo sonrojada por su torpeza.

Mucho gusto Ana, soy Sara. ¿Te muestro el departamento? – preguntó con humor.

Si, por favor – respondió algo tímida.

El lugar era hermoso, cálido y amplio. La habitación que alquilaba tenia baño propio y un pequeño balcón. La cocina tenia buen tamaño, al igual que el living comedor. Le encanto cada espacio, pero no podía dejar de pensar que era demasiado bueno para ser realidad. Al parecer Sara se dio cuenta de lo que estaba pensando, porque dijo – no seriamos solo tú y yo, tengo una hija de cinco años. Entiendo que pueda asustar un niño en casa, pero es muy tranquila.

Una niña de cinco años, pensó. Cuando buscada departamento ni siquiera había pensado vivir con alguien más, un extraño dando vueltas cerca no le hacía gracia, pero a la vez, extrañaba tener alguien más en casa. No estaba segura si una madre y una hija seria la compañía que esperaba, pero se había enamorado del lugar. Suspiro internamente antes de responder con una firmeza que la sorprendió - Creo que podemos arreglarnos, si te parece.

Y así empezó una nueva etapa de su vida y aunque no estaba muy segura, algo le decía que era lo mejor para ella.

Ana y SaraWhere stories live. Discover now