Prólogo

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Alessandra Moreau
Oslo, Noruega

Me mantengo de pie en la plataforma de mi terraza mirando con detenimiento las montañas que en estos momentos se encuentran sumidas en las penumbras de la madrugada, que trae consigo una escasa neblina. Observo con gran admiración lo poco que la oscuridad presente me permite percibir, lo miro con una pequeña sonrisa en el rostro, justo como si de un regalo se tratara, cada espacio rodeado de flora es tan delicado y casi perfecto que logra mantenerme hipnotizada en ella, la naturaleza es de mis temas favoritos, lo principal es el saber que todo aquello que nace está destinado a recorrer un mismo camino, uno que siempre desemboca en un mismo punto; la muerte.

Fascinada con la vista que tengo, enciendo un cigarrillo y lo tomo llevándolo a mis labios, inhalo un poco de su cálido humo en una sola calada y lo mantengo dentro de mi cavidad bucal por unos cuantos segundos esperando que se enfrié y me regale esa sensación de calor que tanto necesito. Pierdo mi mirada en el paisaje que tengo frente a mí y alejo el cigarro de mis labios estirando mi mano fuera de la barandilla de la terraza para sacudir las cenizas, le doy unos cuantos toques en la punta de donde lo tengo cogido y miro como las pequeñas partículas de papel quemado caen siendo arrastradas por el aire, el humo que yacía en mi boca es liberado y el viento se lo lleva mezclándolo con el frio que envuelve a Noruega a estas horas.

La nicotina que desprende el cigarro sigue inundando el ambiente y yo disfruto de los diversos sonidos que emiten la naturaleza; la estridulación de los grillos, el cómo los árboles frondosos frente a mi balancean sus ramas de un lado al otro a medida que el viento choca con ellos, gozo de este momento en mi interior, un momento que comparto de manera placentera conmigo misma sin ninguna interrupción, siento algo que tenía tiempo sin sentir, siento algo parecido a una tranquilidad momentánea.

El tiempo que paso aquí admirando el todo me concede el maravilloso honor de recordar mis momentos de victoria, todo lo que pase para llegar hasta donde estoy, y a todos los que tuve que enfrentar para demostrarme quien soy.

Con una sonrisa en los marcada en mi rostro exhalo el humo que tenía retenido y arrojo el cigarrillo al suelo apagándolo de una pisada. Abandono la terraza y corro la puerta corrediza de cristal hacia la derecha para entrar a casa, paso la pequeña sala que hay en esta área y me encamino al pasillo, entro a la habitación del fondo de este y mi despacho me recibe con todas las luces apagadas, lo único que le ilumina son las luces del corredor.

Llevo mi mano hacia el interruptor y cierro la puerta a mi espalda, mis ojos viajan al reloj que yace colgado en la pared marcando la una y quince de la madrugada, me deshago de la gabardina que llevaba encima y la coloco en el perchero, estiro un poco mis brazos y camino hasta el escritorio de madera blanca, enciendo mi laptop y abro el cajón que se encuentra a mi derecha comenzando a buscar el pendrive, palpo la zona hasta encontrarlo y lo ingreso en mi portátil, tomo asiento en la silla y me apoyo en ella mientras veo al aparato hacer su trabajo, una vez me pide el permiso para abrir el archivo presiono 'Aceptar' y las cuatro carpetas digitales comienzan a distribuirse en la pantalla y doy clic en dos, que por ahora, son las únicas que me interesan.

Codicia ©Where stories live. Discover now