· T r e i n t a & T r e s ·

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Al menos continuaba teniendo el del pezón. Quizás no lo admitiría en voz alta, pero me resultaba sumamente sexy en él.

—Venga, vamos —asentí cuando el mar volvió a la calma por unos segundos.

Me solté de él sin esperar respuesta y nadé lo mejor que podía hacia un lado de la playa.

Jax no tardó en seguirme, con muchísimo más estilo y velocidad que yo. Sobra decir que cada diez segundos o menos me quedaba sin aire y tenía que hacer amago de caminar antes de tomar impulso y volver a dar dos brazadas sin técnica alguna.

Él me acompañó junto con alguna pequeña burla.

"Vamos, perrito, saca un poco más la cabeza del agua", haciendo referencia a mi estilo de nadar.

"¿Te pesa el trasero y por eso te hundes, piojosa? Aunque es un trasero perfecto".

"Si necesitas ayuda puedo llevarte sobre mí... en la postura que prefieras".

Le ignoré completamente hasta que llegamos a unas rocas que separaban la playa donde estábamos de la siguiente. No había exactamente intimidad, pero quedamos lejos de las miradas de nuestros amigos. Aun así, no pude evitar pensar que en realidad ellos se habían dado cuenta perfectamente de que buscábamos estar a solas... y de lo que eso podría significar. Solo esperaba que les importase lo suficiente como para ignorarlo.

Lo cierto es que en aquel lugar el agua estaba más tranquila. Las piedras y la forma de la playa hacían que las olas no llegasen tan fuerte, y eso me daba tranquilidad. Era como nadar en una gran piscina. Además apenas había unas cuantas personas porque estábamos lejos de la entrada a la playa.

—Aquí se está mucho mejor —comenté.

Y acto seguido me dejé caer dentro del agua, hundiendo la cabeza con los ojos cerrados mientras todo me rodeaba. Dentro de las olas jamás me hubiese atrevido a hacer algo así.

Mi trasero llegó a tocar el suelo arenoso con el impulso y durante unos segundos me perdí en el sordo zumbido de mi cuerpo aislado del mundo por el agua, de la tranquilidad que me provocaba aquella ingravidez y el dejarme llevar. No solía arriesgarme en la vida, con las decisiones. Me gustaba mantener cierto control en todo, porque bastante traicionera era la vida como para dejarla seguir a su antojo.

Decidir regresar a una aventura condenada con Jax era lo más lejos que estaría de dejarme llevar. Pero esta vez me había preparado. Después del primer golpe no me hacía ilusiones en que él cambiase de parecer y simplemente me había decidido a disfrutar del momento. Una última aventura antes de la universidad, que estaba más cerca que lejos. En menos de un mes comenzaría una nueva vida.

Y dejaría todo esto atrás.

Cuando mi cuerpo comenzó a elevarse de nuevo unos brazos me rodearon. Sentí cómo Jax tiraba de mí hacia arriba junto la ayuda del agua. Por un momento pensé que quizás se había asustado al permanecer demasiado tiempo bajo la superficie, pero al abrir los ojos me encontré con su sonrisa. Eso hizo que la mía también saliera.

Sin poder evitarlo me acerqué a él, rodeándole en un abrazo mientras sus manos pasaban por detrás de mi espalda. Acerqué la mejilla a su cabello húmedo, que hizo cosquillas sobre la piel. Sus dedos trazaron pequeñas eses en mi columna y cerré los ojos, disfrutando del momento.

Mi cuerpo flotaba sobre el agua, sujeto solamente a él por aquel repentino y bonito abrazo. En ese momento pensé que podría estar así eternamente, y jamás me cansaría. Jamás tendría suficiente.

Porque era cierto lo que decían de los abrazos. Que cuando duraban, cuando eran deseados, reconfortaban mucho más que cualquier palabra.

De forma inconsciente, dejándome llevar por el momento, posé mis labios sobre su cuello en un pequeño e íntimo beso. Sentí cómo los brazos de Jax se apretaban más sobre mí, pero quizás fuese solo mi imaginación ya que apenas unos segundos después me soltaron.

Una Perfecta Oportunidad © 30/03/2023 EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now